Las Navidades Mágicas de Aina y Elisa
Era una vez, en un pequeño pueblo donde las luces navideñas brillaban con intensidad, vivían dos hermanas, Aina y Elisa. Ambas compartían una gran pasión por la Navidad y los unicornios, criaturas mágicas que llenaban sus sueños de colores y aventuras.
Cada diciembre, Aina y Elisa se llenaban de emoción al ver cómo su casa se decoraba con luces, guirnaldas y muñecos de nieve. Pero este año sería diferente.
"¿Y si hacemos algo especial?" propuso Aina un día, mientras arreglaban el árbol.
"¿Como qué?" preguntó Elisa, curiosa.
"Podríamos hacer una búsqueda del tesoro navideño en el jardín, ¡y al final podríamos encontrar un unicornio!"
"¡Eso suena increíble!" exclamó Elisa, saltando de alegría.
Las hermanas pasaron la tarde planificando su aventura. Decidieron hacer mapas y pistas que llevarían a diferentes lugares del jardín. Al caer la noche, todo estaba listo.
El día de Navidad llegó, y Aina y Elisa despertaron temprano. Se pusieron sus abrigos y salieron al jardín, donde todo estaba cubierto de un suave manto de nieve.
"¡Mirá!" gritó Elisa, ¡las luces del árbol reflejan la nieve como estrellas!"Es mágico, como un sueño hecho realidad," dijo Aina, admirando el paisaje.
Las hermanas encontraron el primer mapa, que decía: 'Busca donde crecen los sueños y los deseos se hacen realidad'.
"¿Dónde será eso?" preguntó Elisa.
"¡Ya sé! ¡El viejo manzano!" respondió Aina.
Corrieron hacia el árbol, donde encontraron una pista que las llevó a su escondite favorito, un pequeño puente de madera. Allí encontraron una caja decorada con cintas brillantes.
"¡Vamos a abrirla!" dijo Elisa con emoción. Dentro había varias figuritas de unicornios de colores.
"No es un unicornio de verdad, pero son bellas!" comentó Aina, su rostro iluminado por la sorpresa.
Continuaron su búsqueda, y cada pista las acercaba no solo a un nuevo tesoro, sino también a muchas risas. Encontraron galletitas en forma de unicornio, cartas que se habían escrito mutuamente un año atrás, y, finalmente...
"¡Una pista dorada!" gritó Aina.
Al leerla, se dieron cuenta de que les indicaba volver al árbol de Navidad.
"Esto es extraño, ¿no?" dijo Elisa
"Quizás el tesoro está escondido entre las ramas".
Ambas comenzaron a mirar entre las ramas, cuando, de repente, un relámpago de luz iluminó el paisaje. Las hermanas, asombradas, vieron a un verdadero unicornio, no muy lejos de ellas. Tenía un pelaje brillante y su cuerno relucía como el oro. El animal se acercó lentamente y se detuvo junto a ellas, como si las estuviera invitando a que lo acaricien.
"¡Es un sueño!" susurró Aina, mientras extendía su mano.
"¿Qué hacemos?" preguntó Elisa, su corazón latiendo con fuerza.
"Debemos ser amables y suaves. El unicornio es un ser mágico," dijo Aina, con determinación.
Ambas comenzaron a acariciar al unicornio y, para su sorpresa, el animal comenzó a hablar.
"Gracias por vuestra bondad. Mi nombre es Lúmina, y he venido a recordarles que la verdadera magia de la Navidad está en el amor y la alegría que compartimos con los demás."
"¡Es cierto!" dijo Elisa.
"No importa si encontramos muchos tesoros o no. Tenernos la una a la otra es el mejor regalo de todos," añadió Aina.
Lúmina sonrió y, en un destello de luz, dejó caer un saquito lleno de brillantes estrellitas.
"Tomen esto como recuerdo. Cada vez que miren al cielo y vean las estrellas, recuerden que la verdadera magia vive en su corazón."
"Gracias, Lúmina," dijeron las hermanas al unísono.
Finalmente, el unicornio se despidió y se perdió en el brillo de la Navidad. Aina y Elisa regresaron a casa, sintiéndose más unidas que nunca. En sus corazones, llevaban consigo el mensaje de Lúmina:
"La Navidad es más que decorar y encontrar tesoros; es sobre todo compartir amor y momentos memorables."
Así, cada año, mientras decoraban su árbol y esperaban a Santa, recordaban su aventura mágica con Lúmina y la esencia de la Navidad.
FIN.