Las Navidades Mágicas de los Tres Primos



Era una mañana fría de diciembre en Sanpe, y los tres primos se estaban preparando para su primera Navidad juntos. Juan, el mayor, tenía diez años, Sofía, la mediana, tenía ocho, y el pequeño Mateo, apenas cinco, los miraba con ojos brillantes llenos de emoción.

"¡No puedo creer que finalmente estemos juntos!" - dijo Juan saltando de alegría.

"Este año vamos a festejar a lo grande" - dijo Sofía mientras desenrollaba un montón de luces de colores.

"¿Qué haremos?" - preguntó Mateo, con su voz emocionada.

Los primos habían escuchado historias sobre la famosa ciudad navideña en Vigo, donde todo estaba decorado con luces brillantes, mercadillos llenos de juguetes, galletas y dulces. Así que decidieron que, después de decorar la casa, su siguiente aventura sería visitar esa ciudad especial.

La tarde del 24 de diciembre, después de haber decorado la casa, se subieron a un tren que los llevaría a Vigo.

"Estoy tan emocionado que no puedo esperar a ver las luces", - dijo Sofía mientras miraba por la ventana.

Cuando llegaron a Vigo, la ciudad parecía sacada de un cuento de hadas. Había brillo por todas partes: luces de colores, un árbol enorme en la plaza y música alegre que resonaba en el aire.

"¡Miren! ¡El mercadillo!" - gritó Mateo corriendo hacia la primera casita decorada. Había juguetes, adornos de Navidad y dulces por todas partes.

Mientras exploraban el lugar, decidieron comprar algunas golosinas y un pequeño regalo para sus padres.

"Deberíamos hacer un regalo especial para cada uno de ellos" - sugirió Juan, quien siempre pensaba en los demás.

"Sí, ¡eso sería genial!" - agregó Sofía con una gran sonrisa.

"¿Y si hacemos una sorpresa para la Nochebuena?" - preguntó Mateo.

Los tres primos se pusieron de acuerdo para hacer un regalo especial para sus padres. Compraron un hermoso marco de fotos y decidieron que, dentro, pondrían una foto de ellos tres juntos en su aventura.

Mientras regresaban a casa, una ventada fuerte sopló y las luces comenzaron a parpadear.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Mateo asustado.

"No te preocupes, todo va a estar bien" - dijo Juan intentando tranquilizarlos. Sofía, por su parte, intentó ver si podían ayudar a alguien.

Y así fue. En ese preciso momento, vieron a una viejita intentando recoger unas decoraciones que se le habían volado.

"¡Vamos a ayudarla!" - dijo Sofía. Los primos se lanzaron a recoger los objetos por todo el lugar, y la señora, con lágrimas en los ojos, les agradeció con un abrazo.

"Nunca olvidaré este gesto tan bonito. Ustedes son unos corazones de oro" - les dijo con una sonrisa.

Esa Nochebuena, cuando llegaron a su casa, los primos se sentaron a la mesa con sus padres, emocionados por compartirles su historia. Cuando llegó el momento de abrir los regalos, presentaron el marco con su foto y todos se emocionaron. Sus padres los abrazaron fuertemente.

"Este es el mejor regalo que he recibido" - dijo su mamá, acariciando el marco.

Después de cenar, Mateo vio a una niña mirar por la ventana desde la calle. Tenía una expresión triste.

"¿Por qué no se une a nosotros?" - preguntó Mateo. Entonces, los primos decidieron salir y llevarle un plato de galletas.

"¡Feliz Navidad! ¡Celebremos juntos!" - dijo Sofía al invitarla a la casa.

La niña sonrió y aceptó. Mientras compartían risas y deliciosas galletas, los primos aprendieron que las mejores Navidades no solo se tratan de recibir, sino de dar y compartir amor con quienes nos rodean.

Aquella Navidad no solo estaba marcada por luces y regalos, sino por momentos de bondad, unión y alegría. Los tres primos se dieron cuenta de que lo que realmente importaba era estar juntos y hacer felices a los demás.

Y así, rodeados de alegría y amor, concluyeron que cada año sus Navidades serían siempre mágicas y llenas de sorpresas, como la primera vez que compartieron esas fiestas juntos.

FIN.

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