Las Noches de Luna Azul



En el pequeño pueblo de Calchaquí, vivía un niño mágico llamado Pedro. Tenía apenas seis años, un corazón lleno de sueños y su mente curiosa. Todos los días, después de jugar con sus amigos en la plaza, se sentaba en la cima de una pequeña colina para observar las estrellas. Pero lo que más esperaba era la noche en la que la luna brillaba con un tono azul.

Una tarde, mientras el sol se ocultaba y la luna comenzaba a asomarse, Pedro vio que su luz adquiría un hermoso color azul. Saltó de alegría y decidió que esa noche exploraría el bosque cercano, donde se decía que las cosas más sorprendentes sucedían.

"No puedo esperar más!" - exclamó Pedro, corriendo hacia su habitación y tomando su linterna. "Tal vez encuentre algo mágico!"

Cuando llegó al bosque, la luz de la luna azul iluminaba todo a su alrededor. Los árboles parecían danzar al ritmo del viento, y las sombras jugaban en el suelo. De repente, escuchó un suave susurro.

"¡Pedro!" - dijo una pequeña hada que flotaba frente a él. Tenía alas brillantes como el oro y un vestido hecho de flores. "Soy Lúa, el hada de la luna azul. He estado esperándote."

"¿Esperándome a mí? ¿Por qué?" - preguntó Pedro, con los ojos bien abiertos.

"Porque cada luna azul nos da la oportunidad de realizar un deseo, pero debemos usarlo sabiamente. Tú, querido niño, debes aprender a desear bien" - explicó Lúa.

Pedro pensó un momento y luego preguntó: "¿Qué pasa si pido una montaña de caramelos?"

"Eso sería divertido, pero ¿te imaginas lo que pasaría si te enfermas por comer demasiados?" - respondió Lúa con una sonrisa. "Los deseos deben ser pensados con el corazón y la mente. ¿Qué más se te ocurre?"

Pedro reflexionó y dijo: "¡Quiero que todos mis amigos sean felices!"

Lúa aplaudió feliz. "Ese es un deseo hermoso, pero hay un pequeño problema. Para que se cumpla, debes ayudarles a encontrar la felicidad por sí mismos. ¿Estás listo para la aventura?"

"¡Sí!" - gritó Pedro, emocionado.

Entonces, Lúa agitó su varita mágica, y una nube de polvo estelar los envolvió. En un instante, estaban de vuelta en la plaza del pueblo, donde sus amigos estaban tristes porque había empezado a llover.

"¡No llores!" - dijo Pedro, con una idea brillante. "¿Qué tal si hacemos un concurso de barcos de papel?"

Los niños se miraron con sorpresa, y al poco tiempo, comenzaron a hacer barcos coloridos con papeles reciclados. La lluvia no importaba, y pronto estaban riendo y jugando en un mar de alegría.

Lúa sonrió, feliz de ver la diversión que Pedro había creado. "Mira, has logrado hacer felices a tus amigos sin utilizar tu deseo de la luna. A veces, solo se necesita una idea y un poco de amor."

Pedro sonrió mientras veía a sus amigos. "Gracias, Lúa. Entendí que ser feliz es compartir momentos con los que más queremos."

La luna empezó a brillar aún más fuerte, y Lúa le dio un suave abrazo. "La magia de la luna azul siempre estará contigo, Pedro. Sigue soñando y ayudando a los demás a encontrar su felicidad. ¡Hasta la próxima luna azul!"

Luego, desapareció dejando tras de sí una estela de luces. **Pedro volvió a casa contento, sabiendo que la verdadera magia estaba en los actos de bondad y en el amor que compartimos con los demás.**

FIN.

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