Las Noches de Manuelito y los Dinosaurios Malvados



En una ciudad llena de ruidos y luces brillantes, debajo de un viejo puente, vivía Manuelito, un niño de grandes sueños. Aunque su hogar no era lujoso, con una manta como cama y un tarro como almohada, su corazón estaba lleno de amor y valentía.

Todas las noches, cuando la luna iluminaba el cielo estrellado, Manuelito se encontraba en un mundo diferente. Tenía un poder mágico que lo llevaba a un territorio donde habitaban dinosaurios malvados: grandes y feroces, con garras afiladas y dientes aterradores. Pero a pesar de su apariencia, Manuelito no sentía miedo.

Una noche, mientras María, su amiga imaginaria, le cantaba una canción, escucharon un rugido distante.

"¿Qué fue eso, Manuelito?", preguntó María, asomándose temerosa.

"Es la llamada de un dinosaurio malvado. ¡Vayamos a ver!", respondió Manuelito con determinación.

Al llegar a un misterioso claro, se encontraron con un enorme T-Rex que estaba atemorizando a una panda de pequeños dinosaurios.

"¡Suéltalos, monstruo!", gritó Manuelito.

"¡Jamás! ¡Soy el rey del reino dinosaurio!", retumbó el T-Rex, haciendo temblar el suelo.

"Si eres el rey, entonces deberías ser justo, ¡los estás asustando!", replicó Manuelito.

Entonces, el T-Rex se detuvo, sorprendido por la valentía del niño.

"¿Justo? No sé lo que significa eso. ¡Yo solo quiero ser poderoso!", respondió el dinosaurio, confundido.

"Power conlleva responsabilidad. Puedes ser fuerte, pero también debes cuidar a los más débiles", explicó Manuelito, usando su poder mágico para crear flores grandes y coloridas que brillaban en la oscuridad.

Los pequeños dinosaurios se animaron al ver las flores y comenzaron a acercarse.

"¿Ves?", le dijo Manuelito al T-Rex, "¡Ellos solo quieren jugar y ser felices!".

El T-Rex miró alrededor y, por primera vez, se sintió un poco incómodo.

"Nunca lo había visto de esa manera. Siempre pensé que debía ser el más temido", murmuró el dinosaurio.

FIN.

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