Las Noches de Terror de Fernanda



Había una vez, en un pequeño barrio, una niña llamada Fernanda que amaba las historias de terror. Desde muy chiquita, se perdía entre las páginas de libros llenos de fantasmas, monstruos y misterios. Cada noche, antes de dormir, se imaginaba cómo sería enfrentar a esos seres de las sombras.

Una noche, mientras se acomodaba en su cama y su mamá le leía un cuento, se sintió muy emocionada. Cuando finalmente se durmió, se encontró en un lugar oscuro y misterioso. Era un bosque espeso, lleno de árboles altos y sombras que parecían moverse. De repente, escuchó un suave susurro:

"¿Fernanda? ¿Eres tú?"

Tan confundida como intrigada, se dio la vuelta y vio a un pequeño duende que sobresalía detrás de un arbusto.

"¡Yo soy! ¿Quién sos?"

"Soy Lilo, el guardián de este bosque. Necesito tu ayuda para resolver un gran misterio. Hay un fantasma que asusta a los animales y no nos deja descansar. ¿Te atreves a ayudarme?"

Fernanda, siempre emocionada por la aventura, asintió con decisión.

"¡Claro! Soy una gran fanática de lo terrorífico, ¡vamos a atraparlo!"

Mientras caminaban, Lilo le explicó que el fantasma solía aparecer cada vez que anochecía, así que tenían que darse prisa. Cuando llegaron a un claro, el aire se volvió frío y Fernanda sintió un escalofrío.

"Mirá, allí está!"

Lilo señaló hacia una figura borrosa que flotaba cerca de un árbol. Era un fantasma, pero no se veía amenazante; parecía triste. Fernanda se acercó lentamente.

"Hola, soy Fernanda. ¿Por qué asustás a los animales?"

El fantasma, asombrado, respondió:

"No quiero asustarlos. Soy el Fantasío y sólo quiero jugar, pero con el tiempo se han puesto tan asustadizos que huyen de mí. No sé cómo demostrarles que solo quiero compañía."

Fernanda reflexionó sobre esto. En su mente, siempre había disfrutado de las historias de terror, pero también sabía que los personajes asustadores a veces solo eran malinterpretados.

"Quizás podrías invitarlos a jugar en lugar de asustarlos. Podrías organizar una fiesta de niños y mostrarles que no sos un riesgo."

El Fantasío iluminó su rostro.

"¡Es una gran idea! Pero no sé cómo hacer una fiesta."

"No te preocupes, yo te ayudo. Primero, necesitamos algunos globos y luces. Vamos a hacer una fiesta de medianoche."

Los tres, Fernanda, Lilo y Fantasío, comenzaron a preparar todo. Reunieron a los animales del bosque y a otros seres mágicos, y pronto la noche estuvo llena de luces y risas. Fernanda, con su alegría, logró hacerse amiga de todos, y el Fantasío pudo mostrar su verdadera cara: no era un monstruo, sino un amigo solitario.

Cuando llegó la medianoche, todos estaban listos para la fiesta. Los animales se acercaron tímidamente, pero pronto comenzaron a bailar, a jugar y a disfrutar. Fernanda, desde el centro, los animaba:

"¡Vengan, no tengan miedo! Esto es pura diversión!"

La fiesta fue un gran éxito. Todos se divirtieron tanto que el miedo se esfumó, y el Fantasío finalmente se sintió aceptado.

Después de una noche llena de diversión, Fernanda se despidió del Fantasío y Lilo.

"Hasta la próxima aventura, amigos!"

"Gracias, Fernanda. Sin vos, nunca hubiéramos logrado esto!"

Cuando despertó, Fernanda se dio cuenta de que había sido parte de algo especial. No solo había vivido una aventura aterradora, sino que también había aprendido algo valioso: a veces, la verdadera historia se encuentra detrás de lo que parece aterrador.

Desde entonces, cada noche soñaba con nuevas aventuras, y cada mañana, estaba lista para contarle a sus amigos sobre la importancia de las amistades y cómo entender a los demás, incluso a aquellos que parecen ser diferentes. Y así, Fernanda, con su amor por las historias de terror, se convirtió en la niña que ayudaba a otros a entender que, más allá de lo espeluznante, siempre hay una lección que aprender.

Y así, cada noche, las aventuras de Fernanda continuaron llenas de risas, misterios y sobre todo, mucha amistad.

FIN.

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