Las Normas del Laboratorio de Computación
Era un día soleado en el colegio San Pedro, y los alumnos estaban emocionados porque tendrían su primera clase de computación del año. La profesora Clara, conocida por su entusiasmo y amor por la tecnología, se preparaba para recibir a sus estudiantes en el laboratorio. Al entrar, se notaba una atmósfera de alegría y curiosidad.
"- ¡Hola a todos! Estoy muy feliz de ver sus caras! Hoy comenzaremos nuestra aventura en el mundo de la computación! Pero antes, tenemos que hablar sobre algunas normas muy importantes que nos ayudarán a mantener un ambiente seguro y divertido para aprender!"
Los chicos se miraron entre sí, llenos de dudas. Todos sabían que las normas eran importantes, pero algunos creían que podían saltárselas sin consecuencias.
"- ¡Oh, profesora! ¿No podemos simplemente divertirnos?" preguntó Mateo, un niño inquieto que siempre estaba buscando maneras de hacer las cosas a su manera.
"- Mateo, las normas son como el mapa de un tesoro. Nos guían a donde queremos llegar, pero si no las seguimos, podemos perdernos", explicó Clara.
"- ¡Yo quiero encontrar un tesoro!" exclamó Valentina, que siempre había sido muy curiosa.
Los demás chicos comenzaron a prestar atención a la profesora. "- Muy bien, chicos, aquí van las normas: primero, siempre tratemos nuestras computadoras con cuidado, porque son herramientas valiosas para aprender. Segundo, mantengamos nuestra zona de trabajo limpia y ordenada. Tercero, respetemos el tiempo de los demás y no interrumpamos mientras alguien más está hablando."
"- ¡Eso suena fácil!" dijo Lucas, que ya estaba pensando en los juegos que podrían jugar en clase.
Pero, justo cuando todos estaban listos para comenzar su aventura tecnológica, se escuchó un estruendo. Tres chicos de otro curso, que habían entrado al laboratorio sin permiso, estaban golpeando los teclados y jugando a lo loco.
"- ¡Alto! ¡Tienen que salir de aquí!" gritó Clara. Sin embargo, los chicos se burlaron de ella. "- ¿Y qué si rompemos algo? ¡No es nuestro!"
Al ver esta situación, los estudiantes de la clase de Clara se sintieron incómodos. Mateo se volvió hacia sus compañeros y, en un susurro, dijo: "- Oigan, ¿no deberíamos hacer algo?".
Valentina, muy valiente, respondió: "- Sí, porque si no respetan las normas, puede que nos prohíban usar las computadoras a nosotros también."
Con la valentía de un verdadero líder, Mateo tomó la decisión de actuar. Se acercó al grupo de chicos descontrolados. "- Chicos, esto no está bien. Si seguimos así, el profesor puede cerrar el laboratorio. ¡Vamos a perder nuestra clase!"
Los chicos burlones se detuvieron por un momento. Uno de ellos, llamado Juan, se cruzó de brazos y dijo: "- ¿Y a mí qué me importa?"
"- A mí sí me importa, porque quería aprender a programar juegos", contestó Mateo, avergonzado pero decidido.
Juan se quedó en silencio, mirándose a sí mismo en el reflejo de la computadora. Así, poco a poco, el grupo de alborotadores comenzó a sentirse incómodo y avergonzado por su comportamiento.
Fue entonces cuando Clara, al ver lo que Mateo estaba haciendo, se acercó y dijo con una sonrisa: "- ¡Exactamente eso! ¡Las normas son importantes, pero lo más importante es respetar a los demás! Los mejores amigos son aquellos que ayudan a los otros a ser mejores. ¿Podrían pensar en lo que Mateo acaba de decir?"
Juan y sus amigos, tocados por las palabras de Clara y la valentía de Mateo, decidieron abandonaron el laboratorio. "- Lo siento chicos, no queríamos arruinar su clase. ¡Nos vemos!", dijeron mientras salían.
Cuando se fueron, todos los alumnos miraron a Mateo con admiración. "- ¡Felicidades, Mateo! ¡Fuiste muy valiente!" dijo Valentina.
"- Sí, pero recordemos que todos necesitamos seguir las normas para aprender y divertirnos juntos. Estamos aquí para hacer amigos, no enemigos", concluyó la profesora Clara con una sonrisa.
Desde ese día, el laboratorio del colegio San Pedro se convirtió en un lugar divertido y respetuoso, donde todos aprendían y compartían. Mateo y sus amigos no solo aprendieron sobre computadoras, sino sobre el valor del respeto y la valentía.
Y así, en cada clase, con cada nueva lección, los chicos recordaron siempre la importancia de seguir las normas y cuidarse mutuamente, porque juntos, podían lograr grandes cosas.
FIN.