Las Normas del Laboratorio de Computación de Carlos



Era un día soleado en la escuela primaria San Martín. Todos los chicos estaban emocionados porque ese día tendrían su primera clase de computación. Carlos, un niño curioso y con muchas ganas de aprender, llegó a la sala de computación. Pero al entrar, se dio cuenta de que había un montón de carteles con normas que no entendía del todo.

Las normas decían cosas como: "No tocar los cables" y "No comer ni beber en el laboratorio". Carlos se rascó la cabeza. "¿Por qué no puedo tocar los cables?" - pensó, mirando los cables que colgaban de las mesas.

Mientras esperaba a su profesora, la señora Marta, se sentó al lado de su mejor amigo, Lucas. - “¿Viste todas esas normas? No entiendo por qué son tan estrictas”, dijo Carlos, un poco frustrado.

- “Yo también me siento igual, pero creo que son importantes”, respondió Lucas.

En ese instante, la señora Marta entró al aula, sonriendo. - “¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a aprender sobre la seguridad en el laboratorio de computación. Es muy importante, porque las computadoras son delicadas y hay que cuidarlas”.

Los chicos se miraron entre sí, intrigados. - “¿Por qué es tan importante cuidar las computadoras? ”, preguntó Carla, una compañera de clase.

- “Las computadoras tienen muchas partes que pueden dañarse si no tenemos cuidado. Por eso, las normas están ahí para ayudarnos a aprender y a mantener el laboratorio ordenado”, explicó la señora Marta.

Carlos, que ahora comenzaba a entender, levantó la mano. - “Pero, ¿qué pasa si accidentalmente toco algo que no debo? ”

La señora Marta sonrió y dijo: - “Eso es natural, Carlos. Todos cometemos errores, pero lo importante es aprender de ellos y hacerlo mejor la próxima vez”.

Con esa respuesta, Carlos empezó a sentirse más seguro. A lo largo de la clase, la señora Marta les mostró cómo encender las computadoras, cómo usar el mouse y el teclado correctamente, y la importancia de no dejar alimentos cerca de ellas. Hazañas de aprendizaje que sólo prometían tener éxito si se cumplían sus normas.

Cuando la clase terminó, la señora Marta les dio una tarea divertida: crear un cuento en la computadora, pero debían seguir las normas del laboratorio. Carlos se sintió inspirado. - “Voy a hacer un cuento sobre un robot que quiere aprender a bailar, ¿y si el robot se rompe porque no sigue las normas? ”, dijo.

Lucas se rió. - “¡Buena idea! Entonces, el robot tendrá que ir a una escuela de baile y aprender a cuidarse.”

Mientras trabajaban juntos, Carlos sintió que las normas del laboratorio eran más que simples reglas: eran como los pasos de una coreografía que todos debían seguir para que todo funcionara bien. ¡Era un buen momento!

Al final de la semana, había una exposición donde los chicos presentarían sus cuentos. Carlos estaba nervioso, pero seguro. Cuando le tocó presentar, dijo: - “Hoy les contaré la historia de un robot al que le gusta bailar, pero que, por no seguir las normas, termina desarmándose y tiene que aprender a cuidarse para poder volver a bailar.”

El aula estalló en risas y aplausos cuando narró su historia. La señora Marta, muy orgullosa, comentó: - “Carlos, has hecho un gran trabajo. Y lo mejor de todo, comprendiste la importancia de las normas en el laboratorio”.

Desde ese día, Carlos no solo entendió las normas del laboratorio de computación, sino que también aprendió que cada norma tiene un motivo, y que seguirlas puede llevar a grandes aprendizajes y aventuras. Y así, con el apoyo de sus amigos y la enseñanza de la señora Marta, Carlos se convirtió en un verdadero experto del laboratorio, lleno de ideas creativas y mucha responsabilidad por sus acciones.

FIN.

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