Las Nubes de Teo y Lola



Había una vez en un pequeño pueblo, dos seres maravillosos llamados Teo y Lola. Teo era un niño soñador que siempre miraba al cielo, mientras que Lola era una niña aventurera que corría y saltaba al ritmo del viento. Se querían muchísimo, y todos en el pueblo los conocían como "los inseparables".

Un día, Teo y Lola decidieron construir una cometa juntos. "¡La llamaremos Nube Mágica!", exclamó Teo con emoción. "¡Sí! Y volará más alto que todas las demás!", respondió Lola con su característico entusiasmo. Juntos comenzaron a armar la cometa, con colores brillantes y dibujos de estrellas. Era su proyecto más querido.

Pero, mientras iban creciendo, Teo comenzó a dedicarse a observar las nubes y a dibujar sus formas. "Lola, creo que mi sueño es ser artista y pintar el cielo", le decía con ilusión. Por otro lado, Lola se pasaba horas explorando el bosque, buscando nuevos lugares para jugar y descubrir. "Teo, yo quiero ser exploradora y recorrer el mundo", le decía, llena de pasión por la aventura.

A pesar de que sus sueños eran diferentes, compartían largos días llenos de risas y cariño. Sin embargo, al llegar a la adolescencia, comenzaron a darse cuenta de que sus caminos tomaban rumbos distintos. "Tal vez deberíamos hacer todo lo posible para que nuestras vidas se sincronicen", sugirió Teo un día. "Pero, ¿cómo podríamos hacerlo?", preguntó Lola con una ceja levantada.

Intentaron estar juntos, pero cada vez se sentían más lejos, como si una nube los separara. Mientras Teo pasaba horas en su estudio pintando, Lola exploraba nuevas rutas en el bosque, sus caminos se alejaban más y más. Hasta que un día, decidieron hablar sobre ello. "Lola, creo que necesito seguir mi camino de artista", dijo Teo con tristeza. "Y yo siento que debo seguir mi deseo de ser exploradora", respondió Lola, con lágrimas en los ojos.

Fue un momento difícil, pero sabían que no podían forzar algo que no era natural. "Siempre vas a ser mi mejor amigo", le aseguró Teo. "Y vos el mío", le prometió Lola, mientras se abrazaban fuertemente.

Así, la Nube Mágica fue guardada en un rincón especial. Aunque sus caminos se separaban, el cariño que se tenían siempre brillaría en sus corazones. Comenzaron a vivir sus vidas con respeto y admiración mutua, apoyándose en sus sueños, aunque ahora estaban a una distancia.

Los años pasaron y Teo se volvió un artista reconocido por sus hermosos cuadros del cielo. Por su parte, Lola viajó por muchos lugares, llenando su mochila de historias y experiencias. Pero nunca olvidaron esa Nube Mágica que habían construido juntos. Desde la distancia, compartían cartas y recuerdos, y siempre se decían lo orgullosos que estaban el uno del otro.

Un día, Teo decidió hacer una exposición de arte, y al dar su discurso, mencionó: "Quiero dedicar esta obra a Lola, mi amiga del alma, que siempre ha creído en mí". En una ciudad lejana donde lo escuchaba, Lola sonrió al escuchar su nombre. "Gracias, Teo, siempre serás parte de mi aventura", murmuró, sintiendo el cariño que había perdurado a pesar de la distancia.

Así, Teo y Lola aprendieron que a veces, los caminos se separan, pero el verdadero cariño y respeto trascienden cualquier distancia. Y así, continuaron sus vidas, llevando siempre consigo un pedacito del otro en sus corazones, como dos nubes que, aunque no se toquen, siempre se miran desde el cielo.

FIN.

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