Las nubes se comen



Era un día soleado en Villa Nubes, un pequeño pueblo donde las nubes estaban siempre a la vista. Los niños corrían y jugaban en la plaza, entre risas y juegos. En una casa acogedora, vivía Julián, un niño curioso que siempre tenía mil preguntas en su mente. No había nada que le intrigara más que su querido abuelito José, un hombre lleno de historias y sabiduría.

Un día, mientras observaba el cielo desde su ventana, Julián vio una nube pasar lentamente y, con su característica curiosidad, le preguntó a su abuelito:

- “Abuelito, ¿las nubes se comen? ”

El abuelito José sonrió, acarició la cabeza de Julián y respondió:

- “Bueno, hijo. Las nubes no se comen, pero sí pueden ‘comer’ algo. Ellas se ‘comen’ el agua del mar y de los ríos y luego lo devuelven en forma de lluvia.”

Julián frunció el ceño, pensativo. ¿Las nubes comían? Eso sonaba muy extraño, ¡pero también emocionante!

- “¿Y qué más hacen, abuelito? ” - preguntó entusiasmado.

- “Las nubes también juegan a esconder al sol, crean hermosos atardeceres y preparan sorpresas para las plantas y los animales. A veces, dibujan formas raras en el cielo. Puedes ver un perro, un dragón o incluso una galleta.”

Después de escuchar a su abuelito, Julián decidió salir a jugar con sus amigos y contarles sobre lo que había aprendido. En la plaza, reunió a todos y les dijo:

- “¡Chicos! ¡Las nubes se comen el agua del mar y después lo devuelven como lluvia! ¡Eso es increíble! ”

Pero uno de sus amigos, Martina, lo miró con cara de duda.

- “Pero, Julián, ¿cómo saben las nubes cuándo devolver el agua? ¿Y si se olvidan? ”

Julián se quedó en silencio por un momento. La pregunta de Martina le dio una nueva idea, un reto. Tenía que descubrir más sobre las nubes. Con el apoyo de sus amigos, decidieron hacer un proyecto. Cada día, observarían el cielo y escribirían todo lo que veían y notaban.

Durante una semana, los niños se sentaron en la plaza, armando un cuaderno de nubes. Descubrieron que las nubes no solo eran diferentes en formas, sino también en colores y temperaturas. Una tarde, lograron ver un hermoso arcoiris aparecer después de una lluvia.

- “¡Miren! ¡Eso es gracias a las nubes! ¡Es como si estuvieran pintando el cielo! ” - exclamó Julián, emocionado.

Sin embargo, un día, las nubes comenzaron a oscurecerse y a amenazar con una fuerte tormenta. Los niños, que habían aprendido tanto sobre el cielo, se sentían un poco asustados. Martina temía que se quedaran atrapados bajo la lluvia.

- “¿Qué vamos a hacer si llueve mucho, Julián? ” - preguntó con inquietud.

- “¡Vamos a correr a mi casa! Abuelito seguramente tiene un plan.” - dijo Julián, determinando en su voz.

Una vez en casa, abuelito José los recibió con su típica hospitalidad.

- “Chicos, no tienen que asustarse de las tormentas. Las nubes pueden parecer aterradoras, pero son parte del ciclo de la vida. Después de la lluvia, los árboles estarán más verdes, las flores más hermosas y muchos animales estarán felices.”

Los niños aprendieron que las nubes, aunque a veces podían provocar miedo, también eran esenciales para mantener el equilibrio de la naturaleza.

Julián le preguntó a su abuelo:

- “Y, ¿qué pasa con las nubes cuando ya no pueden retener más agua? ”

- “Cuando las nubes se llenan, sueltan la lluvia y regresan a la Tierra, donde el agua se filtra, alimenta ríos, lagos y ayuda a crecer a las plantas. Es como un gran ciclo.”

Los niños se sintieron felices al saber que cada nube tenía un propósito. Decidieron que a partir de ese día serían los ‘Guardianes de las Nubes’ y cuidarían su entorno, plantando más árboles y flores para que las nubes pudieran ‘comer’ y brindarles aún más lluvia.

Desde entonces, Julián y sus amigos nunca volvieron a ver las nubes de la misma manera. Aprendieron a observarlas, a jugar con ellas, a disfrutar cada día del cielo, y más importante aún, a cuidar la naturaleza que ellos sabían que era trabajada en equipo con las nubes. Así, gracias a la curiosidad de un niño y la sabiduría de un abuelo, Villa Nubes se llenó de vida y alegría, siempre con un ojo al cielo, y otro al corazón.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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