Las nuevas alas de Azul
Había una vez un dragoncito llamado Azul, que vivía en la cima de una montaña. Era un dragón muy especial porque tenía unas escamas azules brillantes y unos ojos grandes y verdes que parecían esmeraldas.
Lo que más le gustaba a Azul era volar por los cielos y sentir el viento en su rostro.
Pero un día, mientras intentaba volar más alto que nunca, se dio cuenta de algo terrible: ¡no podía volar! Sus alas no le respondían como antes y caía directamente al suelo. Azul estaba muy triste. No sabía qué hacer sin poder volar. Se sintió solo y abandonado por sus amigos, quienes eran otros dragones que siempre estaban ocupados con sus propias aventuras.
Un día, mientras caminaba tristemente por el bosque, Azul encontró a una pequeña mariposa moribunda. La miró con tristeza y decidió ayudarla. La llevó a su cueva donde cuidó de ella hasta que se recuperó.
La mariposa estaba tan agradecida con Azul que decidió quedarse con él para siempre. Le enseñó todo lo que sabía sobre las plantas del bosque y cómo sobrevivir en la naturaleza.
Con el tiempo, Azul se dio cuenta de algo importante: aunque ya no podía volar como antes, todavía tenía muchas habilidades especiales para compartir con los demás animales del bosque.
Comenzó a explorar su entorno desde otro punto de vista; desde la perspectiva terrestre descubrió cosas nuevas e interesantes sobre la vida en el bosque. Azul comenzó a hacer nuevos amigos gracias a la mariposa. Aprendió a valorar su amistad y agradeció todo lo que ella le había enseñado.
Comenzó a sentirse feliz de nuevo, aunque no podía volar. Un día, mientras caminaba por el bosque con la mariposa, Azul se encontró con un grupo de animales en peligro. Un río cercano había inundado su hogar y estaban atrapados en una isla rodeada de agua.
Azul sabía que tenía que hacer algo para ayudarlos. Recordó todo lo que la mariposa le había enseñado y juntos idearon un plan para salvarlos.
La mariposa voló hasta el otro lado del río para buscar ayuda mientras Azul usaba sus habilidades especiales para construir un puente improvisado sobre el agua. Todos los animales pudieron cruzar el puente y ponerse a salvo gracias al ingenio de Azul y la valentía de la mariposa.
Después del rescate, Azul se dio cuenta de que aunque ya no podía volar como antes, todavía era capaz de ayudar a otros y hacer una diferencia en el mundo.
Se sintió orgulloso de sí mismo por haber encontrado una nueva forma de ser útil sin tener que volar. Desde ese día en adelante, Azul se convirtió en un héroe entre los animales del bosque.
Y aunque nunca más volvería a volar por los cielos, siempre recordaría esa experiencia como una lección importante: nunca subestimes tus habilidades especiales porque pueden ser muy valiosas para ti y para los demás. "Gracias por estar aquí conmigo", dijo Azul emocionado. "No hay nada mejor que ayudar a los demás", respondió la mariposa sonriente.
"Tienes razón, nunca lo había pensado de esa manera", dijo Azul mientras miraba hacia el cielo con una nueva perspectiva.
FIN.