Las nuevas alas de Milagros



Había una vez una niña llamada Milagros, de ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Tenía 12 años y una imaginación desbordante. Desde muy pequeña había soñado con ser artista, le encantaba dibujar y pintar en su cuaderno de colores. Milagros vivía en un pequeño pueblo donde todos la querían. Pero dos años atrás, un trágico accidente de tránsito le arrebató a sus padres, dejando un vacío en su corazón.

Milagros vivía con su abuela, quien siempre le decía:

"Milagros, debés seguir adelante, ellos querrían que fueras feliz."

La abuela, aunque entristecida, se convertía en su mayor apoyo. Juntas pasaban el tiempo en la casa, llenándola de risas y cuentos. Pero Milagros a menudo se sentía sola, pues extrañaba las aventuras que solía tener con sus papás. Decidida a seguir adelante, un día decidió que debía recuperar su pasión por el arte.

"Voy a hacer cosas hermosas en honor a mis papás", pensó.

Sin embargo, con el tiempo al recordar el accidente, Milagros se sentía triste y desmotivada. Le costaba volver a tomar su pincel. Un día, mientras paseaba por el pueblo, se encontró con un grupo de artistas pintando un mural en la pared de la escuela. Eran coloridos y llenos de vida, y eso la inspiró.

"¡Eso es lo que necesito!", se dijo a sí misma.

Se acercó al grupo con timidez.

"¿Puedo ayudar?" -preguntó con voz suave.

Uno de los artistas, un joven llamado Lucas, sonrió y le dijo:

"Claro, ven y pintá con nosotros. Tu energía es contagiosa."

Milagros se unió al grupo y empezó a pintar. Se sintió como si volviera a vivir. Sus trazos eran seguros, cada color que elegía era como una explosión de alegría. Hicieron juntos un enorme sol dorado que pintaba de vida la pared, y entre bromas y risas, Milagros comenzó a olvidar el dolor.

Con cada pincelada, sentía que sus padres la miraban con orgullo y eso le daba fuerza. Cuando terminaron, todos admiraban su trabajo. Lucas se acercó a ella y le dijo:

"Veo que tenés un talento increíble, deberías mostrarlo más a menudo."

Milagros sonrió y sintió que, por primera vez en mucho tiempo, había recobrado una parte de sí misma. A partir de ese día, Milagros comenzó a visitar al grupo de artistas cada semana. Se convirtió en su aprendiz y aprendió nuevas técnicas, además de hacer amigos que le alentaban.

Pero vino un giro inesperado: la escuela anunció un concurso de arte para mostrar los trabajos de los jóvenes del pueblo. Milagros sintió que era su oportunidad de brillar, pero también el miedo la invadió.

"¿Y si no les gusta?" -se dijo, recordando su inseguridad.

Pero Lucas le respondió:

"Milagros, lo que importa es que pongas tu corazón en tu obra. Eso es lo único que cuenta."

Con el apoyo de sus nuevos amigos y su abuela, Milagros se sentó frente a su lienzo una tarde, momentos después de la lluvia. Comenzó a pintar una imagen que representaba su viaje familiar a la playa. Trabajó durante días, mezclando colores y recordando los momentos felices.

Finalmente, llegó el día de la exposición. Su corazón latía fuerte mientras la gente admiraba cada obra. Cuando se acercaron a la suya, un murmullo de asombro se escuchó.

"Es hermosa, mira todos los detalles”, dijo una niña.

"Se siente tan alegre, parece que la playa está viva", comentó un adulto.

Milagros sintió que una ola de felicidad y orgullo la envolvía. Cuando anunciaron el ganador, se sorprendió realmente.

"Y el primer premio va para… ¡Milagros!"

Las lágrimas brotaron de sus ojos, no podía creerlo. Subió al escenario con su obra en la mano mientras el aplauso resonaba como música. Miró al cielo y sintió que sus padres la abrazaban.

"Gracias, mamá, gracias, papá", susurró, sintiéndose fortalecida por su recuerdo.

Desde ese día, Milagros no solo comenzó a soñar con su futuro como artista, sino que también entendió que el amor que dio y recibió de sus padres siempre viviría en su corazón. Ella voló alto, como las nuevas alas que había encontrado, protegiendo su esencia y su luz. En el camino, aprendió que transformar el dolor en arte era una manera hermosa de honrar a quienes amamos.

Y así, caminaba por la vida, con un pincel en la mano y una sonrisa en su rostro, lista para crear infinitas obras llenas de color y vida.

FIN.

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