Las olas mágicas


Maggie era una niña muy curiosa y soñadora. Desde pequeña, había imaginado recorrer el mundo, conocer diferentes culturas y hacer amigos por todas partes. Su habitación estaba llena de mapas y globos terráqueos que la inspiraban a viajar.

Un día, Maggie escuchó hablar sobre los baños de ola en Santander, un pueblo costero al norte de España.

Le contaron que allí se realizaba una fiesta muy bonita donde las personas se disfrazaban con trajes de época y paseaban por la playa como si estuvieran en otra época. Además, había una reina que presidía la celebración. La idea de ir a Santander le emocionó mucho a Maggie.

Decidió pedirle permiso a sus padres para hacer ese viaje tan especial. Ellos vieron lo entusiasmada que estaba su hija y accedieron encantados. Así fue como Maggie llegó a Santander en un soleado día de verano.

Al bajar del tren, se encontró con un ambiente festivo y lleno de alegría. Había personas vestidas con trajes antiguos caminando por las calles empedradas mientras sonreían y saludaban a todos. Maggie no podía creer lo maravilloso que era todo aquello.

Se sumergió en la fiesta sin pensarlo dos veces. Recorrió cada rincón del lugar disfrutando de la música tradicional, los puestos de comida típica y las coloridas carrozas que desfilaban por las calles.

En medio del bullicio festivo, Maggie vio a una niña vestida como una princesa medieval: tenía un hermoso vestido largo y una corona en su cabeza. Maggie se acercó a ella con curiosidad. "¡Hola! Soy Maggie, ¿y tú cómo te llamas?"- preguntó la niña disfrazada.

La niña sonrió y respondió: "Soy Catalina, la reina de los baños de ola. ¿Quieres ser mi amiga?"Maggie no podía creerlo, ¡había conocido a la reina de la fiesta! Emocionada, aceptó encantada la invitación. Catalina le mostró todos los rincones mágicos del lugar.

Juntas pasearon por las playas doradas de Santander y disfrutaron de los refrescantes baños de ola. Conocieron a personas maravillosas que les contaban historias sobre el pasado del pueblo y sus tradiciones.

Pero un día, mientras caminaban por el muelle, Catalina parecía triste. Maggie le preguntó qué le pasaba y ella confesó que estaba preocupada porque ya no había suficientes personas interesadas en mantener viva la tradición de los baños de ola.

"Muchos jóvenes prefieren quedarse en casa jugando videojuegos en lugar de participar en nuestra hermosa fiesta"- dijo Catalina con tristeza. Maggie pensó rápidamente y tuvo una idea brillante. Recordó que había visto un grupo de niños jugando cerca del puerto mientras llegaba a Santander.

Decidió organizar una competencia entre ellos para ver quién era el mejor nadador en el mar.

La noticia se corrió rápidamente por todo el pueblo y al día siguiente, cientos de niños se reunieron en la playa para participar en el concurso. Maggie y Catalina estaban felices al ver que tantos jóvenes se interesaban por los baños de ola. La competencia fue emocionante y todos disfrutaron del maravilloso día de sol.

Al final, se premió a los ganadores con medallas y trofeos hechos a mano por los artesanos del pueblo. A partir de ese día, la tradición de los baños de ola en Santander volvió a cobrar vida.

Los jóvenes descubrieron lo divertido que era sumergirse en las olas mientras vestían trajes antiguos y revivían el pasado. Maggie se convirtió en una heroína para el pueblo, ya que gracias a su ingenio logró mantener viva una tradición tan valiosa.

Desde entonces, cada año, Maggie regresaba a Santander para disfrutar de la fiesta junto a su amiga Catalina y todos los habitantes del lugar.

Juntas demostraron que con un poco de creatividad e interés se pueden mantener vivas las tradiciones más hermosas y hacer nuevos amigos en cualquier parte del mundo.

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