Las Olimpiadas del Corazón
Era un día soleado en el colegio San Gabriel, y el aire estaba lleno de emoción. Los niños y las niñas lucían sus mejores trajes deportivos, con colores brillantes y sonrisas deslumbrantes. Hoy se celebraban las olimpiadas escolares, y todos estaban listos para demostrar lo que habían trabajado.
- ¡Vamos, chicos! -gritó Lucas, con su camiseta roja levantada, mientras animaba a todos. - ¡Hoy es nuestro día!
Pero a medida que empezaban las competencias, uno a uno, algunos niños comenzaron a sentirse frustrados. En la carrera de 100 metros, Sofía, que había estado entrenando durante semanas, se tropezó justo al comenzar.
- ¡Oh no! -exclamó Sofía, mientras su corazón se hundía. - ¡Esto es tan injusto!
Al otro lado de la pista, Mateo había estado practicando su salto de longitud. Sin embargo, en el momento decisivo, él también falló y cayó al suelo.
- No puedo más -susurró Mateo, mirando el suelo con desánimo.
Viendo que algunos de sus amigos estaban tristes, Lucas decidió que debía hacer algo.
- ¡Chicos, escúchenme! -dijo al reunir a sus compañeros. - No se trata solo de ganar. ¡Lo más importante es participar y aprender unos de otros!
Sofía levantó la mirada.
- Pero no quiero perder.
- Nadie quiere perder -respondió Lucas-. Pero cada uno de nosotros tiene algo especial que aportar. Veamos el lado divertido de esto. ¿Sabían que las mejoras vienen de los errores? Cada tropiezo es una oportunidad para levantarse más fuerte.
Mateo, pensativo, preguntó:
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que, en los deportes y en la vida, siempre habrá altibajos. A veces ganamos, a veces perdemos, pero lo que realmente cuenta es cómo enfrentamos esos momentos. Si caemos, nos levantamos. ¡Y aunque no ganemos una medalla, podemos ganar amigos!
Con esta idea en mente, los niños empezaron a compartir cómo se sentían. Vieron que no estaban solos en sus frustraciones.
- Yo me tropecé, pero tengo una buena historia para contar -dijo Sofía, sonriendo de nuevo.
- Y yo tengo un plan para hacer una carrera de obstáculos con todos ustedes -añadió Mateo, sintiéndose más animado.
Así, decidieron cambiar el rumbo de las olimpiadas. En lugar de solo competencias, agregaron juegos y actividades divertidas en donde todos podían participar sin importar el resultado. Crearon una carrera de relevos donde cada uno podía darle un abrazo a su compañero antes de correr.
- ¡Esto es lo mejor! -gritó Sofía riendo.
- ¡Y somos un equipo! -dijo Lucas, levantando sus manos en señal de triunfo.
El día terminó con una gran fiesta, llenos de risas y compañerismo. Todos se dieron cuenta de que no se trataba de ser el mejor, sino de disfrutar, ayudarse y crear recuerdos juntos. Al final, todos recibieron medallas que hicieron ellos mismos, decoradas con frases como 'El más divertido' y 'El mejor compañero'.
- ¿Vieron? -dijo Lucas, mirando a sus amigos. - Ser parte de algo grande es lo más importante. Así que, ¡no importa el resultado! Al final, somos un increíble equipo.
Los niños aprendieron una lección que llevarían en sus corazones durante mucho tiempo: en la vida, el verdadero triunfo está en disfrutar el camino y en estar junto a quienes más quieren.
- ¡Hasta la próxima olimpiada! -exclamaron todos juntos, riendo y disfrutando de su amistad.
FIN.