Las Orejas Mágicas de Doris
a un grupo de niños curiosos y juguetones. Ellos se acercaron a ella con una mezcla de asombro y curiosidad. - ¡Wow! ¡Tus orejas son increíbles! -exclamó uno de los niños, señalando las orejas de Doris.
Doris sonrió amablemente y respondió:- Sí, mis orejas son diferentes, pero eso no me hace menos especial. Cada uno de nosotros es único y tenemos algo especial que nos hace únicos.
Los niños asintieron con entusiasmo y se sentaron alrededor de Doris en el césped del parque. Querían saber más sobre ella y sus orejas mariposa. Doris les contó historias emocionantes sobre su infancia, cómo había descubierto sus orejas mariposa mientras exploraba el bosque cercano al pueblo.
Les habló sobre la importancia de aceptarse a sí mismos tal como son y celebrar las diferencias que nos hacen especiales. A medida que pasaban los días, Doris se convirtió en la mejor amiga de aquel grupo de niños.
Juntos exploraban el pueblo, trepaban árboles e inventaban juegos divertidos. Los niños aprendieron a valorar la diversidad y respetar a todos sin importar cómo fueran físicamente.
Un día, mientras caminaban por el mercado del pueblo, escucharon un llanto desconsolado proveniente del puesto del panadero. Se acercaron rápidamente para averiguar qué estaba sucediendo. - ¿Qué te pasa? -preguntó Doris al panadero preocupada.
El panadero explicó entre sollozos que alguien le había robado todas las galletas recién horneadas que había preparado para vender ese día. Sin las galletas, no podría ganar dinero para mantener a su familia. Doris y los niños decidieron ayudar al panadero a resolver el problema.
Organizaron una búsqueda por todo el pueblo y buscaron pistas del ladrón de galletas. Trabajaron en equipo, siguiendo cada rastro hasta llegar a un viejo granero abandonado en las afueras del pueblo.
Con valentía, entraron al granero y se encontraron con un grupo de ratones traviesos que se habían llevado las galletas del panadero. Los niños intentaron atraparlos, pero los ratones eran demasiado rápidos. Fue entonces cuando Doris tuvo una idea brillante.
Usando sus orejas mariposa como alas, creó un fuerte viento que sopló a los ratones hacia la puerta del granero, donde los niños pudieron atraparlos uno por uno. El panadero quedó asombrado y agradecido por la ayuda de Doris y los niños. Para mostrar su gratitud, les regaló una caja llena de galletas recién horneadas.
Desde ese día, Doris y los niños fueron conocidos como "Los Héroes de las Orejas Mariposa". Su historia se difundió por todo el reino y sirvió como ejemplo de solidaridad y aceptación entre todos sus habitantes.
Doris les enseñó a aquellos niños que nuestras diferencias son lo que nos hace especiales y únicos.
Y así, juntos demostraron al mundo entero que no importa cómo luzcamos por fuera; lo importante es ser amables, respetuosos e inspirar a otros con nuestras acciones. Y así, Doris y los niños vivieron muchas aventuras más, siempre recordando que todos somos maravillosamente diferentes y especiales en nuestro propio camino.
FIN.