Las Orugas y el Vuelo de los Sueños



Un día, en un hermoso valle lleno de flores y luces de colores, vivían cinco orugas muy soñadoras. Lilith, la más pequeña de todas, miraba a su alrededor y deseaba con todas sus fuerzas convertirse en una hermosa mariposa.

"¡Quiero tener alas! ¡Quiero volar!" - decía Lilith emocionada.

"¿Por qué te preocupás tanto, Lilith?" - gruñó Gruñona, la oruga más grande y pesimista.

"No vas a volar, solo eres una oruga. No tiene sentido soñar." - Chirrido, el ruidoso, interrumpió con un grito, haciendo eco por todo el valle.

"¡Siempre mordisqueando y comiendo hojas!" - añadió Mordisquitos, que siempre tenía algo en la boca, mientras se aseguraba de que su estómago estuviera lleno.

Aunque Gruñona, Chirrido y Mordisquitos eran un poco pesimistas, Lilith nunca se dejó desanimar. A veces, pasaba horas en un rayo de sol, imaginando el día en que desplegaría sus alas y volaría alto.

Un día, mientras buscaban comida en una planta, encontraron un extraño capullo que brillaba con colores mágicos.

"¿Qué será eso?" - preguntó Lilith, iluminándose de curiosidad.

"Es solo un capullo, no te emocionés" - Gruñona respondió con desdén.

Pero el capullo empezó a moverse y, para asombro de todas, una mariposa hermosa salió de él, desplegando sus alas en un despliegue de colores que todos envidiaban.

"¡Miren qué hermosas alas!" - exclamó Lilith, deseando ardientemente volar como ella.

"¿Vieron? No tiene sentido, nunca vamos a alcanzar eso" - Gruñona contestó, pero Lilith sintió que había algo más que necesitaba hacer.

"Voy a intentar, aunque no se lo crean" - dijo Lilith, decidida.

Las tres orugas comenzaron a reirse.

"No vas a lograrlo, mejor quedate aquí y seguí comiendo hojas" - Chirrido dijo muy contento de hacer ruido.

Lilith, en lugar de desanimarse, se dirigió a un rincón tranquilo del valle, donde las flores eran más hermosas y el cielo era más azul. Allí decidió que se quedaría como un capullo, dedicando días y noches a soñar, a imaginar cómo sería volar.

Mientras tanto, Gruñona, Chirrido y Mordisquitos no podían evitar la curiosidad y día tras día, seguían mirando a Lilith desde lejos.

Pasaron las semanas, mientras Lilith se acomodaba en su capullo, y un día, sin previo aviso, escucharon un suave susurro:

"¡Miren! ¡Lilith está saliendo del capullo!" - gritó Chirrido.

"¡Es increíble!" - se asombró Mordisquitos.

Lilith, llena de fuerza y determinación, rompió el capullo y, en un rato, se convirtió en una hermosa mariposa.

"¡Miren mis alas!" - dijo con gran alegría, mientras sus colores brillaban bajo el sol.

Gruñona quedó boquiabierta y, casi sin darse cuenta, se sintió un poquito inspirada. Tal vez era verdad, tal vez sí se podía soñar y hacer lo que uno deseaba.

"Lilith, espera... ¿me enseñás a soñar también?" - preguntó tímidamente Gruñona.

"Claro, ¡todos pueden volar de alguna manera!" - respondió Lilith, volando alto y danzando en el aire.

Y así, aunque Gruñona, Chirrido y Mordisquitos nunca llegaron a convertirse en mariposas como Lilith, aprendieron a soñar y a disfrutar el viaje de ser orugas. Todos juntos, disfrutaron del valle con un nuevo sentido de esperanza y emoción.

Desde entonces, siempre que Lilith volaba, los otros recordaban que a veces los sueños no son solo para quienes pueden volar, sino para todos los que queremos alzarnos y ver el mundo desde una nueva perspectiva.

FIN.

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