Las Palabras de Catnap
Érase una vez un gato llamado Catnap, que vivía en un vecindario tranquilo junto a sus padres, un gato sabio y una gata cariñosa. Catnap tenía un problema: ¡hablaba malas palabras en la escuela! Cada vez que su maestra, la señora Ronroneo, le pedía que respondiera, él decía: "Eh, esto es una porquería" o "No me jodas, no sé la respuesta".
Sus compañeros se reían, pero sus padres, al enterarse de lo que pasaba, se sintieron muy tristes y decepcionados.
- “¿Por qué, Catnap? – preguntó su madre, con ojos llenos de preocupación. – Sabés que esas palabras no son apropiadas.”
- “No sé, mamita. En la escuela todos las dicen. Es divertido.” – respondió Catnap mientras jugaba con su juguete favorito.
Una mañana, mientras caminaba hacia la escuela, se encontró con un viejo gato, llamado Don Silver, que estaba sentado bajo un árbol.
- “Hola, joven. Te veo pensativo. ¿Qué pasa? ” – le preguntó Don Silver.
- “No te hagas el sabio, viejo. No quiero hablar.” – dijo Catnap, ignorando el consejo.
Don Silver sonrió y continuó:
- “Saber elegir las palabras es importante, querido. Lo que decís puede hacer reír, pero también puede herir. ¿No creés que podrías intentar usar palabras más amables? ”
Catnap frunció el ceño, pero algo en la voz del viejo gato le hizo pensar. Gratamente distraído, llegó a la escuela.
Esa semana, la señora Ronroneo organizó un concurso de poesía. Catnap se sintió intrigado, pero también nervioso.
- “¿Y si digo algo mal? Todos se reirán de mí.” – pensó. Sin embargo, decidió participar, preguntándose si podría expresar algo sin usar malas palabras.
Mientras escribía en su cuaderno, recordó las palabras de Don Silver y decidió escribir sobre su amor por los juegos y la armonía.
- “Me gustan los amigos, me gustan los juegos, prefiero las risas que la maldad y el rencor.” – escribió Catnap.
El día del concurso, todos estaban emocionados y Catnap se sentía nervioso. Al llegar su turno, respiró hondo y comenzó:
- “En lugar de malas palabras, quiero hablar de lo que me hace feliz...”
A medida que leía su poema, las miradas de sus compañeros cambiaron. Casi podían escuchar el sonido de sus corazones unirse.
Al finalizar, estallaron en aplausos y el rostro de Catnap se iluminó.
- “¡Qué hermoso, Catnap! – gritó su amiga, la gata Lila. – No sabía que podías expresar tus emociones de esa manera.”
Los padres de Catnap, al escuchar de la actuación, sintieron una gran satisfacción.
- “Estamos tan orgullosos de vos, hijo. Usar palabras bonitas es una forma de cuidar a otros,” – dijo su padre mientras lo abrazaba.
Después del concurso, Catnap se dedicó a elegir sus palabras con más cuidado.
- “Ahora sé que puedo divertirme sin ofender a nadie. Tengo que contarles a todos sobre el viejo Don Silver,” – pensó Catnap.
Así, Catnap se convirtió en un defensor de las palabras amables en la escuela y ayudó a sus compañeros a encontrar formas más creativas de expresarse. Fue un verdadero cambio en su vida. El viejo gato había sido una inspiración, y Catnap lo visitaba para contarle lo que había logrado.
- “Mirá, Don Silver, ya no uso esas palabras feas,” – exclamaba Catnap lleno de alegría.
- “¡Espléndido, muchacho! Recordá que el verdadero poder de las palabras puede abrir puertas en lugar de cerrarlas.” – dijo el anciano con una voz llena de sabiduría.
Con el tiempo, Catnap aprendió no solo a hablar sin malas palabras, sino también la importancia de ser un buen amigo y escuchar a los demás. Todos en la escuela lo querían, y así su tristeza inicial se transformó en alegría.
Y así, el gato que solía hablar de mala manera se convirtió en un ejemplo de cómo nuestras palabras pueden hacer del mundo un lugar mejor.
FIN.