Las Palabras de Despedida de la Maestra Ana
Era un soleado día de diciembre cuando la maestra Ana reunió a sus alumnos en el aula por última vez. Benjamín, un chico curioso y lleno de energía, había estado esperando este momento con nerviosismo y emoción. Era su ceremonia de graduación de 7° grado y, aunque estaba contento de avanzar, sentía una pitada de tristeza por dejar atrás a sus compañeros.
La maestra Ana comenzó la reunión con una sonrisa, mirando a sus alumnos con cariño.
"Chicos, hoy es un gran día. Han trabajado duro, han superado desafíos y han hecho amigos para toda la vida".
Los alumnos aplaudieron, sintiéndose orgullosos de su esfuerzo. Entre ellos, Benjamín sonreía y pensaba en todas las aventuras que había tenido en la escuela. Desde los proyectos de ciencias hasta las competiciones de fútbol durante el recreo.
"Recuerden que la vida es un camino lleno de oportunidades", continuó Ana. "Aprendan de cada experiencia, y no tengan miedo de cometer errores. ¡Eso es lo que nos hace crecer!"
"Pero maestra, voy a extrañar nuestras clases de arte, las charlas locas que teníamos, y esos días de lluvia en que hacíamos juegos de mesa" respondió Benjamín, con cierta melancolía.
Ana lo miró y sonrió.
"Y yo los echaré mucho de menos. Ustedes siempre serán parte de mi corazón. Pero miren, aquí todos hacemos nuevos caminos. A veces, lo que parece un final es en realidad un nuevo comienzo."
Los otros chicos miraban a Benjamín, algunos se encogían de hombros mientras otros estaban con lágrimas en los ojos.
Benjamín, sintiendo que sus palabras eran más fuertes que las suyas, decidió tomar la iniciativa.
"¡Escuchen! ¿Qué tal si hacemos algo divertido al terminar el día?"
Los rostros se iluminaron instantáneamente.
"¡Sí! ¿Qué tienes en mente, Benjamín?" preguntó su amiga Clara.
"Podemos organizar una búsqueda del tesoro en el patio. ¡Así recordamos todos los momentos divertidos que compartimos!"
Todos comenzaron a emocionarse y a transformarse de la tristeza a la alegría.
Ana observó la energía renovada de sus alumnos y decidió que eso era exactamente lo que necesitaban.
"¡Eso suena genial, Benjamín! Tienen un par de horas ahora, y luego nos reuniremos aquí nuevamente para presentar lo que encontraron".
Los estudiantes se separaron por grupos, cada uno llevando su propia pista para la búsqueda del tesoro.
Durante la actividad, cada equipo compartió risas y aventuras, con Benjamín liderando un grupo de amigos que incluía a Clara, Lucas y Sofía.
"¡Miren! Aquí está el mapa antiguo, dice que debe haber un cofre escondido detrás del arbusto más grande" decía Lucas, mirando la hoja que le habían dado.
Conquistaron el patio, revisaron detrás de arbustos, debajo de bancos, y se divirtieron como nunca.
"¡Lo encontré!" gritó Sofía, mientras levantaba un pequeño cofre lleno de caramelos y notas de amistad que habían sido colocadas por Ana.
Volvieron al aula, sonrientes y llenos de energía. La maestra Ana los esperaba con orgullo.
"Estoy tan feliz de ver que han disfrutado su último día juntos. Recuerden, cada uno de ustedes tiene un brillo especial. No dejen que nada les apague ese brillo".
Los alumnos la miraban con admiración, y Benjamín sintió que su corazón se llenaba de gratitud.
"Gracias, maestra Ana. Ustedes también son parte de nuestro brillo" dijo Benjamín.
Ana sonrió, un brillo de tristeza y amor en sus ojos.
"Os llevaré siempre en mi corazón. Nunca dejen de explorar el mundo, sean curiosos y jamás tengan miedo de soñar."
Los chicos, emocionados, se abrazaron mientras la música de despedida sonaba.
Al salir del aula, sabían que estaban avanzando a nuevas aventuras, pero llevaban consigo no solo recuerdos, sino también la enseñanza de su maestra Ana, que siempre viviría en sus corazones. El verdadero tesoro no era solo el cofre lleno de caramelos, sino todo lo que habían aprendido juntos.
Y así, el día terminó, pero el capítulo de su vida en la primaria había llegado a su fin, y estaban listos para el siguiente capítulo de sus vidas de camino a la secundaria, llevando siempre el brillo de su maestra y su amistad.
FIN.