Las Palabras Mágicas de Juanito



En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, vivía un niño llamado Juanito. Era un chiquito alegre, lleno de energía, pero a veces se olvidaba de usar las palabras mágicas: "por favor", —"gracias" , y —"disculpa" . Un día, mientras jugaba en el parque, Juanito escuchó a su amiga Sofía y su perro Max.

"¡Sofía! ¡Mirá cómo corre Max!" -gritó Juanito entusiasmado.

"Sí, Juanito, pero sería mejor si le dijeras a Max que venga, así jugamos todos juntos" -respondió Sofía.

Juanito miró a Max, que estaba a unos metros, y decidió que no iba a llamarlo, así que siguió corriendo. Sofía, en cambio, llamó a Max:

"¡Max, ven aquí, por favor!"

Max se acercó rápidamente, moviendo su cola. Juanito se quedó impresionado.

"¿Viste? Las palabras mágicas funcionan increíblemente. A veces son como un imán que atrae la buena onda" -dijo Sofía, mientras acariciaba a Max.

Ese mismo día, Juanito decidió visitar a su abuelita, quien siempre le preparaba sus galletitas favoritas. Al llegar, se encontró con que la puerta estaba cerrada. Golpeó suavemente la puerta.

"¡Abuela, soy yo, Juanito!" -gritó.

No hubo respuesta. Juanito se sentó en el umbral, un poco triste. En ese instante, recordó lo que había dicho Sofía sobre las palabras mágicas. Se levantó y respiró hondo.

"Abuelita, ¿puedo por favor entrar?" -dijo con un tono amable y suave.

En un segundo, la puerta se abrió y su abuelita apareció sonriendo.

"¡Juanito! ¿Qué gusto verte! Claro que sí, vení, querido. Estaba esperando que llegues" -dijo su abuela, dándole un abrazo apretado.

Dentro de la casa, un rico aroma a galletitas llenaba el aire. Juanito se sentó a la mesa mientras su abuelita le ofrecía un plato lleno de galletitas doradas.

"Gracias, abuelita, huele delicioso" -dijo Juanito, tomando una galletita.

"Siempre que uses esas palabras mágicas, todo se siente mejor, ¿no?" -le respondió su abuelita.

Después de disfrutar de las galletitas, Juanito decidió acompañar a Sofía a la plaza del pueblo. Allí se celebraba el Festival de la Amistad, donde habría juegos, música y mucho más. Al llegar, notó que había una gran fila para jugar al tiro al blanco.

"¡Yo quiero jugar!" -exclamó Juanito.

Pero los chicos de la fila no le prestaban atención. Entonces, recordó lo que había pasado con Max. Se acercó al encargado del juego que estaba atendiendo a los niños.

"Hola, amigo. Buenos días. Si no es mucha molestia, ¿podría jugar yo también, por favor?" -preguntó con una enorme sonrisa.

El hombre sonrió.

"Por supuesto, pequeño, gracias por pedirlo con amabilidad" -respondió y lo dejó pasar al frente.

Juanito se sintió muy feliz mientras tiraba el bol, acertando en el blanco y ganando un gran premio. Los demás niños lo miraban con envidia y admiración. Pero no sólo eso, Juanito comenzó a notar algo interesante. Cada vez que decía —"gracias"  al recibir algo o "por favor" al pedirlo, la gente respondía con una sonrisa y mucho gusto.

Así fue como Juanito y Sofía recorrieron todo el festival, hablando con la gente. Un mago incluso le regaló a Juanito un globo en forma de perro cuando le escuchó decir:

"¡Qué espectáculo tan genial! Gracias, señor mago."

Al final del día, Juanito se sintió como un verdadero héroe, gracias a un simple hábito: recordar usar las palabras mágicas. Cuando regresaba a casa, le contaba a su mamá sobre las aventuras del día.

"¡Mamá, usé las palabras mágicas y fue increíble lo que pasó!" -dijo emocionado.

Su madre lo miró con una sonrisa.

"Esas palabras hacen magia, Juanito. Recuerda siempre darles su lugar, te abrirán muchas puertas en la vida" -le respondió, acariciando su cabello.

Desde ese día, Juanito siguió las enseñanzas de Sofía y su abuelita. Se convirtió en el niño más querido del pueblo, porque sabía que la bondad y el respeto son las verdaderas palabras mágicas que abren el corazón de las personas. Y así, siempre con una sonrisa y palabras amables, Juanito encontró oportunidades y amigos en cada rincón de Sonrisas. Él entendió que un simple —"gracias"  o "por favor" podía transformar su día y el de los demás.

A partir de entonces, Juanito nunca dejó de usar sus palabras mágicas. Aprendió que esas pequeñas frases lo acompañarían durante toda su vida, llevándolo a vivir experiencias increíbles, rodeado de muchas personas que lo querían y respetaban. Y así, Juanito y sus amigos vivieron felices para siempre, recordando siempre la importancia de decir esas palabras mágicas en cada momento de su vida.

FIN.

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