Las Palabras Mágicas de Palabrín



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Palabrín, un lugar donde las palabras danzaban en el aire y susurraban secretos de alegría. Sus habitantes sabían que cada palabra tenía su propio poder. Las palabras —"feliz"  y —"amor"  eran como suaves luces doradas que iluminaban los corazones, mientras que —"tristeza"  y —"odio"  eran sombras que nublaban el cielo.

Un día, en Palabrín, un niño llamado Lucas decidió emprender una aventura. Lucas era curioso y siempre se preguntaba sobre la magia de las palabras.

"¿Por qué algunas palabras traen alegría y otras tristeza?" se preguntaba mientras caminaba por el parque.

De repente, escuchó a su amiga Sofía llorar en un rincón. Se acercó y le preguntó:

"¿Qué te pasa, Sofía?"

"No sé, me siento triste porque me dijeron que mis dibujos no son bonitos..."

Lucas pensó por un momento. Sabía que debía elegir las palabras adecuadas. Entonces, sonrió y dijo:

"Sofía, tus dibujos son hermosos porque son hechos por ti. Cada trazo habla de tu imaginación. Utiliza palabras bonitas para describirlos. ¡El arte es un reflejo de cómo te sientes!"

Sofía levantó la mirada. Las palabras de Lucas habían traído luz a su corazón y una pequeña sonrisa se asomó en su cara.

"Tenés razón, ¡los voy a mostrar de nuevo!" exclamó con alegría.

A medida que pasaban los días, Lucas y Sofía decidieron organizar un festival de palabras en Palabrín. Invitaron a todos los niños para compartir sus historias y emociones. La emoción crecía mientras los habitantes se preparaban con carteles coloridos y canciones.

Sin embargo, el día del festival, una nube oscura apareció sobre Palabrín. Todos miraron asustados, y entre ellos estaba un niño nuevo en el pueblo, llamado Julián.

"¿Por qué está la nube?" preguntó Julián con miedo.

"Quizás es porque han olvidado usar las palabras adecuadas," respondió Lucas.

Decididos a cambiar el rumbo del día, los niños se reunieron y decidieron usar sus palabras mágicas.

"Vamos a contar cosas lindas y alegres," propuso Sofía.

Entonces, uno a uno, los niños comenzaron a hablarse entre ellos:

"Te agradezco por ser mi amigo. Eres divertido y siempre me haces reír."

"Tus juegos son los mejores, nunca me aburro contigo."

"Eres especial y me gusta tu forma de ver el mundo."

Con cada palabra positiva, la nube oscura empezó a desvanecerse. Lucas, emocionado, gritó:

"¡Sigan hablando! ¡Las palabras tienen poder!"

Al escuchar eso, Julián se animó y dijo:

"Yo también quiero decir algo. Estoy agradecido por estar aquí y conocerlos. ¡Son los mejores amigos!"

Las palabras de Julián llenaron de color el cielo, y poco a poco, el sol apareció brillando más que nunca.

El festival resultó ser un éxito, lleno de risas y alegría. Todos aprendieron que las palabras podían cambiar el clima de su mood. Al final del día, mientras celebraban y compartían momentos, Lucas explicó:

"Hoy aprendimos que cada palabra cuenta, y que con ellas podemos hacer magia, alegría y amistad en nuestro querido Palabrín."

Desde ese día, en Palabrín, nadie olvidó jamás el poder de las palabras. Sabían que con solo un buen día, podían hacer que el sol brillara más, llenando el mundo de felicidad y amor.

FIN.

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