Las papitas agradecidas



En lo alto de la sierra del Perú, vivía el bondadoso campesino Thiago. Este hombre trabajador tenía una pequeña chacra donde sembraba todo tipo de vegetales para sostener a su familia.

Un día, Thiago decidió sembrar papitas, ya que sabía que crecerían hermosas y abundantes en esa tierra fértil. Con mucho cuidado, sembró las semillas y las regó regularmente, observando cómo poco a poco nacían bellas plantitas de papas.

Thiago cuidaba de sus plantitas con cariño, les hablaba suavemente y les daba todo lo que necesitaban para crecer fuertes y saludables. Las plantitas, agradecidas, crecían cada vez más hermosas. Pasaron las semanas y las plantitas se convirtieron en una gran cosecha de papas.

Thiago, con su pala en mano, escarbó la tierra y recogió las papas, agradeciendo a la Pachamama por su generosidad. Las papas, al ser recogidas, parecían sonreír, felices de haber sido cuidadas con tanto amor.

Thiago decidió llevar su cosecha al mercado para venderlas y así poder llevar sustento a su hogar. En el camino, se encontró con don Gena, un hombre de buen corazón que regentaba un pequeño puesto de verduras. - “Buen día, don Gena.

Tengo unas papas exquisitas que seguramente le encantarán a sus clientes”, dijo Thiago con una sonrisa. Don Gena observó las papas con asombro y deleite. - “Estas papas son las más hermosas que he visto en mucho tiempo.

¡Estoy seguro de que mis clientes se pelearán por comprarlas! ”, exclamó don Gena emocionado. Finalmente, Thiago vendió sus papas a don Gena, quien quedó muy agradecido por contar con una cosecha tan maravillosa.

Con el dinero obtenido, Thiago pudo comprar todo lo necesario para su familia y regresar a casa con el corazón rebosante de alegría.

Y así, las papas de Thiago no solo le proporcionaron lo necesario para vivir, sino que también le enseñaron que el cuidado y la dedicación traen gratas recompensas, y que la generosidad es siempre retribuida con sonrisas y bendiciones. Desde aquel día, la chacra de Thiago floreció aún más, y las papas, siempre agradecidas, crecieron cada vez más fuertes y abundantes, iluminando con su brillo la vida de todos aquellos que se cruzaban con ellas.

FIN.

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