Las piernas de Ramiro no lo detienen



Había una vez en Subachoque un pequeño niño llamado Ramiro. Ramiro era un niño muy especial, siempre estaba sonriendo y contagiando su alegría a todos los que lo rodeaban.

Pero había algo que hacía a Ramiro diferente de los demás niños de su edad: Ramiro tenía un problema en sus piernas que le impedía caminar correctamente. A pesar de esto, Ramiro no se dejaba vencer por las dificultades y siempre encontraba la manera de hacer lo que quería.

A veces se movilizaba con su silla de ruedas, otras veces gateaba o simplemente se arrastraba por el piso para poder llegar a donde quería.

Y aunque muchas personas lo miraban con lástima, él nunca permitió que eso lo afectara. Un día mientras caminaba por el pueblo, Ramiro escuchó unos gritos provenientes del bosque cercano. Al acercarse descubrió que había un pequeño gato atrapado entre unas rocas y no podía salir.

Sin pensarlo dos veces, Ramiro se metió entre las rocas y logró rescatar al gatito. - ¡Gracias! - dijo el gatito maullando mientras frotaba su cabeza contra la mano de Ramiro. Ramiro sonrió feliz al ver como el gatito agradecido le regalaba una tierna mirada.

De repente apareció Juanita, una niña del vecindario quien siempre molestaba a Ramiro diciéndole cosas feas sobre sus piernas:- ¿Qué haces aquí? No puedes salvar nada con esas patitas tuyas - dijo Juanita burlándose de él.

Pero esta vez fue diferente porque el gatito saltó al regazo de Ramiro y lo abrazó con sus patas felinas. - ¡No le hables así a mi amigo! - dijo el gatito con una voz muy dulce.

Juanita se quedó sorprendida, nunca había visto hablar a un animal. Ramiro sonrió y le explicó que los animales también tienen sentimientos y pueden ser amigos de las personas. A partir de ese día, Juanita comenzó a ver las cosas desde otro punto de vista.

Empezó a jugar con Ramiro y el gatito, descubriendo la alegría que podían sentir al compartir momentos juntos sin importar las diferencias físicas o sociales. Pero la historia no termina aquí.

Un día mientras jugaban en el parque del pueblo, Ramiro vio un cartel que anunciaba una carrera para recaudar fondos para niños discapacitados como él. Sin pensarlo dos veces decidió participar junto a su amigo gatuno.

La carrera fue difícil pero gracias al apoyo de su pequeño amigo logró llegar primero. Al finalizar la carrera recibió una medalla por su esfuerzo y dedicación.

Pero lo más importante es que se dio cuenta de algo: no necesitaba caminar perfectamente para ser feliz ni tener éxito en la vida, solo necesitaba tener amigos verdaderos y confiar en sí mismo.

Desde ese día, Ramiro continuó contagiando su alegría a todos los que lo rodeaban y demostrando que cualquier dificultad puede ser superada si se tiene amor propio y perseverancia. Y gracias a eso Subachoque se convirtió en un lugar mucho más feliz e inclusivo para todos sus habitantes.

FIN.

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