Las Pintas Mágicas de Lulú



En un pequeño pueblo lleno de colores y risas, vivía una niña llamada Lulú. Tenía un gran amor por los dibujos y siempre llevaba con ella un estuche lleno de pinturas mágicas que habían pertenecido a su abuela. Estas pinturas eran especiales, porque cada color tenía un poder diferente.

Un día soleado, mientras paseaba por el parque, Lulú vio a su amiga Clara, que estaba triste porque se había olvidado de su cumpleaños.

"¡Hola, Clara! ¿Por qué estás tan triste?" - preguntó Lulú.

"Me olvidé de mi cumpleaños y nadie se acordó de invitarme a una fiesta" - suspiró Clara.

Lulú, aprovechando sus mágicas pinturas, decidió ayudar a su amiga. Sacó su pincel y comenzó a pintar un enorme pastel de cumpleaños en el suelo.

"¡Mira, Clara! Voy a pintar una fiesta con todo lo que te gusta: globo, piñata y un montón de dulces" - dijo Lulú, mientras con cada trazo, el pastel cobraba vida y se veía tan delicioso que las mariposas comenzaron a volar alrededor.

De repente, una mariposa se posó sobre la pintura del pastel y empezó a vibrar. El brillo se extendió y, en un abrir y cerrar de ojos, el pastel se hizo real.

"¡Guau! ¡Esto es increíble!" - exclamó Clara emocionada.

Con el pastel listo, Lulú tuvo una idea aún más fantástica.

"Vamos a pintar a tus amigos para que se acuerden de tu cumpleaños" - propuso.

Así que Lulú empezó a pintar seis globos gigantes en el aire. Cada globo representaba a un amigo de Clara.

"Yo invito a Tomás, a Sofía y a Juan" - dijo Clara con una sonrisa luminosa.

Cada amigo que llegaba era recibido por una lluvia de confeti mágico que Lulú había pintado también. Cuando todos estaban presentes, Lulú decidió que necesitaban un poco de magia del futuro para hacer la fiesta aún más divertida.

"Voy a pintar una pyramide de juegos" - dijo Lulú y comenzó a dibujar una estructura enorme y colorida. Cuando terminó, los amigos de Clara encontraron un tobogán, columpios y un castillo inflable.

"¡Esto es el mejor cumpleaños del mundo!" - gritó Clara.

"Y aún no hemos terminado, ¡mira!" - respondió Lulú, mientras pintaba una nube de lluvia de estrellas en el cielo.

Cuando las estrellas comenzaron a caer del cielo, los niños se pusieron a bailar y a divertirse. Después de bailar, Lulú recordó que había algo especial que debía incluir.

"Tengo que pintar un recuerdo para que nunca olvides este día" - dijo mientras dibujaba un enorme árbol lleno de corazones, donde cada niño podía escribir su nombre.

Así, cada amigo escribió su nombre y se lo prometieron a Clara para siempre:

"¡Nunca olvidaremos tu cumpleaños!" - gritaron todos.

Cuando el sol comenzó a esconderse y las estrellas se iluminaban, Lulú declaró "Mañana también será un día especial, porque cada día puede ser un cumpleaños". Y así, Clara sonrió más que nunca.

Al final del día, Lulú guardó sus pinturas mágicas, pero no sin antes mirar hacia el cielo y decir "¡Hasta mañana!" - sabiendo que siempre habría magia entre ellas.

FIN.

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