Las Plumas de Toto
Había una vez, en una granja llena de vida, un pequeño pollito llamado Toto. A diferencia de sus amigos, Toto no tenía plumas. Mientras los otros pollitos se acurrucaban bajo sus suaves plumas doradas, Toto se sentía un poco diferente, y ya se venía el invierno.
Un día, mientras paseaba por el gallinero, Toto miró a su amiga Pía, la gallina.
"Pía, ¿Cómo consigo plumas? Ya se viene el frío y estoy muy preocupado".
"No te preocupes, Toto. Tal vez puedas encontrar a la Sabia lechuza en el bosque. Ella sabe mucho y podría ayudarte".
Con el corazón lleno de esperanza, Toto decidió emprender una aventura. Caminó por el sendero que llevaba al bosque. Al poco tiempo, se encontró con su amigo Pato.
"Hola, Toto. ¿A dónde vas con esa cara tan preocupada?"
"Voy a buscar plumas antes de que llegue el invierno".
"¡Yo voy contigo!" exclamó el Pato, salpicando agua en todas direcciones.
Juntos, siguieron su camino, hablando y riendo, pero pronto se encontraron con un pequeño arroyo.
"¿Cómo vamos a cruzar esto?" preguntó Toto mientras miraba el agua.
"Déjame intentarlo, yo sé nadar", dijo el Pato. Pero al saltar, resbaló y ¡Splash! Se cayó al agua.
"¡Ayuda!" gritó el Pato.
"¡Agárrate de la rama!" gritó Toto, y juntos lograron salir del arroyo, aunque Toto terminó mojadito también.
Continuaron su viaje, hasta que finalmente encontraron a la Sabia lechuza en un árbol.
"Hola, Sabia lechuza. Soy Toto y estoy buscando plumas".
"¿Dónde están tus plumas, pequeño pollito?" preguntó la lechuza.
"No tengo plumas y el invierno se acerca muy rápido".
"¿Por qué necesitas plumas?"
"Porque tengo frío".
La lechuza reflexionó un momento.
"Toto, a veces no siempre necesitamos lo que creemos. En lugar de buscar plumas, tal vez deberías encontrar la manera de abrigarte`".
"Pero, ¿cómo?"
"Busca cosas que puedas usar para hacerte un abrigo caliente".
"¡Buena idea!", gritó Toto emocionado.
Toto y el Pato comenzaron a explorar el bosque. Recogieron hojas grandes y suaves, ramitas y hasta un viejo trozo de tela que encontraron. Museo de todo lo que encontraron, Toto se armó un abrigo improvisado.
"Mirá lo que hice, Pato!" dijo aprisionando la tela y las hojas.
"¡Es genial, Toto! Te quedas muy bien".
Ya era tarde y los dos amigos decidieron regresar a la granja. Cuando llegaron, todos se sorprendieron.
"¡Mirá a Toto!" gritó una gallina.
"¡Tiene un abrigo!" exclamó otro pollito.
Toto sonrió, se sintió orgulloso y agradecido por su nuevo abrigo.
"No tengo plumas, pero tengo algo aún mejor, abrigo".
"Y también tienes a tus amigos", agregó el Pato.
El invierno llegó, pero Toto no tuvo frío. Descubrió que, aunque no tuviera plumas, siempre podría encontrar una solución a sus problemas. Con creatividad y el apoyo de sus amigos, ¡no había nada que no pudieran lograr!
Y así, Toto aprendió que no siempre se necesita lo que uno cree, y que tener amigos es el abrigo más cálido que uno puede tener en la vida.
FIN.