Las Princesas del Bosque Mágico



Érase una vez en un pequeño pueblo, donde vivía una niña llamada Antho. Antho era la nena más feliz que puedas imaginar. Tenía una sonrisa radiante y una gran imaginación. Cada tarde, después de terminar de hacer sus tareas, salía al jardín a jugar con su hermanita, Sofía.

"¡Vamos a jugar a las princesas!", decía Antho con los ojos brillantes.

Sofía, que adoraba seguir a su hermana mayor, asentía emocionada. Ambas se vestían con unas capitas que su mamá había confeccionado con telas de colores. Antho era la Princesa del Bosque Mágico y Sofía, la Princesa de las Estrellas.

Un día, mientras jugaban a explorar su reino, decidieron adentrarse en el bosque que estaba detrás de su casa. Era un lugar lleno de árboles altos y flores de todos los colores. De repente, escucharon un suave lamento.

"¿Qué fue eso?", preguntó Sofía con un hilo de voz.

Antho, valiente como siempre, respondió: "Vamos a ver, puede que necesite nuestra ayuda".

Al acercarse al sonido, encontraron a un pequeño pajarito atrapado entre las ramas.

"¡Pobrecito!", exclamó Sofía.

"¡No te preocupes! Vamos a liberarlo!", afirmó Antho con determinación.

Con cuidado, las nenas despejaron las ramas y, finalmente, el pajarito pudo volar de nuevo. Agradecido, dio un par de vueltas alrededor de sus cabezas y luego se alejó hacia el cielo azul.

"¡Lo hemos salvado!", gritó Sofía con alegría.

"Sí, y eso nos hace héroes", respondió Antho, sonriendo.

Las hermanitas continuaron su aventura, sintiéndose felices por haber ayudado a un ser necesitado. Sin embargo, poco después, escucharon nuevamente un quejido, esta vez más fuerte.

"¿Qué será ahora?", preguntó Sofía, un poco asustada.

Antho, siempre positiva, dijo: "Vamos a averiguarlo". Al investigar, se dieron cuenta de que esta vez era un conejo atrapado en una trampa.

"¡Ay no, tenemos que ayudarlo!", se preocupó Sofía.

"¡Sí! Vamos a liberarlo, pero hay que tener cuidado", instruyó Antho.

Las niñas trabajaron juntas una vez más. Con mucho cuidado, lograron liberar al conejo, que salió corriendo felizmente a su libertad.

"Qué día tan emocionante, ¿no?", dijo Antho, brillando de felicidad.

"Sí, pero deberíamos regresar a casa antes de que anochezca", sugirió Sofía.

Asintiendo, Antho tomó la mano de su hermana y ambas comenzaron a regresar a casa. Pero justo cuando estaban a punto de salir del bosque, encontraton un pequeño arroyo. Se sentaron a descansar y mirar el agua cristalina.

"Antho, ¿por qué decidiste ayudar a esos animales?", preguntó Sofía.

"Porque siempre es bueno ayudar a los que lo necesitan. Todos merecen una segunda oportunidad, como nosotras a veces las tenemos", respondió Antho con sabiduría.

Al escuchar esto, Sofía sonrió y comprendió que ser una princesa no solo se trataba de tener un vestido lindo, sino de ayudar a los demás, ser valiente y hacer lo correcto.

Desde ese día, Antho y Sofía no solo jugaron a ser princesas, sino que, junto a su familia, trabajaron para cuidar el bosque y ayudar a los animales. Se convirtieron en las verdaderas guardianas del Bosque Mágico, llenando su vida de aventuras y enseñando a otros que la verdadera felicidad se encuentra al hacer el bien.

Y así, Antho y Sofía aprendieron que los mejores cuentos no siempre son aquellos en los que hay reyes y reinas, sino los que están llenos de amor, valentía y bondad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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