Las Princesas del Castillo Rosa



Érase una vez, en un reino encantado, dos princesas que vivían en un hermoso castillo rosa. Cuentan las leyendas que el castillo brillaba como un dulce de algodón de azúcar, y su jardín estaba lleno de flores que hablaban y árboles que cantaban.

Celia, la mayor de las dos, era valiente y curiosa. Le encantaba explorar cada rincón del castillo y siempre estaba buscando aventuras. Elisa, por otro lado, era más tranquila y soñadora. Amaba leer cuentos y dibujar en su cuaderno mágico.

Un día, mientras jugaban en el jardín, encontraron un mapa antiguo que parecía conducir a un tesoro escondido.

"Mirá, Elisa, ¡es un mapa del tesoro!" - exclamó Celia, con sus ojos brillando de emoción.

"¿Creés que deberíamos seguirlo?" - preguntó Elisa, un poco preocupada.

"¡Claro! ¡Es una gran aventura!" - respondió Celia.

Luego de un pequeño desayuno de muffins de frambuesa, las princesas se armaron de valor y decidieron seguir el mapa. Les llevó a la parte más lejana del jardín, donde había un roble gigante con un agujero en el tronco.

"El mapa dice que aquí es donde empieza la verdadera aventura" - dijo Celia, mirando a su hermana.

"Pero, ¿no parece un poco tenebroso?" - expresó Elisa, mirando el oscuro agujero.

"¡No te preocupes! ¡Estoy segura de que encontraremos algo maravilloso!" - aseguró Celia.

Juntas, se asomaron al agujero y, para su sorpresa, encontraron un camino de pequeñas luces que brillaban como estrellas. Sin pensarlo dos veces, decidieron entrar.

Después de caminar un poco, llegaron a un prado mágico lleno de criaturas fantásticas que nunca habían visto. Allí había un grupo de duendes que estaban tratando de arreglar un viejo puente que se había caído.

"¡Hola, princesas!" - saludó uno de los duendes.

"¡Hola! ¿Qué les pasa?" - preguntó Celia, intrigada.

"Hemos perdido nuestro tesoro porque el puente se rompió. Si lo reparan, ¡podrían ayudarnos a encontrarlo!"

Elisa y Celia miraron el puente destrozado y luego se miraron entre ellas. Sería un gran desafío, pero las princesas no podían decir que no.

"¡Podemos ayudar!" - dijo Celia.

"Sí, será divertido trabajar juntas" - agregó Elisa, comenzando a buscar ramas para ayudar a los duendes.

Durante horas, las princesas, junto a los duendes, recogieron ramas, piedras y flores. Con el tiempo, la construcción del puente avanzó, pero había algo importante que aprendieron: trabajar en equipo era fundamental.

"¡Lo logramos! ¡El puente está listo!" - gritó Celia con alegría.

"¡Y ahora podemos buscar su tesoro!" - añadió Elisa.

Los duendes, emocionados, cruzaron el puente recién construido y llevaron a las princesas a una cueva gloriosa llena de oro y joyas brillantes. Pero lo que más las sorprendió fue un pequeño cofre en el centro. Al abrirlo, encontraron un colgante de amistad.

"Este tesoro debe ser para ustedes, por ayudarnos" - dijo el líder de los duendes.

"¡Oh, es hermoso!" - dijo Elisa al ver el colgante.

"Pero... no buscamos joyas. Encontramos amigos y aprendimos a trabajar juntas. Eso es lo más valioso" - dijo Celia.

Los duendes sonrieron, entendiendo el verdadero significado del tesoro. Así que decidieron que las princesas se llevarían el colgante y el conocimiento de que la amistad y la colaboración eran el verdadero tesoro que podían compartir.

De regreso al jardín, las princesas miraron el brillante colgante, simbolizando su aventura y todo lo que habían aprendido.

"Siempre recordaré esta aventura" - dijo Elisa.

"Y lo que hicimos juntas. ¡Vamos por más aventuras!" - respondió Celia, sonriendo.

Así, las princesas continuaron viviendo en su castillo rosa, más unidas que nunca, con el corazón lleno de recuerdos y un brillo especial en sus ojos, listas para el mundo de aventuras que las esperaba.

FIN.

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