Las Princesas Fernanda y Rebeca y el Tesoro del Amor
Había una vez, en un reino lejano y mágico, dos princesas hermosas llamadas Fernanda y Rebeca. Eran muy unidas y compartían risas, juegos y aventuras. Sin embargo, su mayor tesoro era el amor que recibían de sus padres, los reyes, quienes siempre estaban a su lado, enseñándoles los valores de la bondad, la honestidad y la generosidad.
Un día, mientras jugaban en el jardín del castillo, escucharon a un mensajero que anunciaba una travesía. - ¡Princesas! - gritó el mensajero con gran entusiasmo - ¡Un tesoro se ha perdido en el Bosque Encantado! Cuentan que está protegido por una criatura mágica y sólo las más valientes pueden recuperarlo.
- ¿Un tesoro? - preguntó Rebeca con los ojos brillantes de curiosidad. - ¡Debemos ir a buscarlo!
- Pero, ¿y si la criatura mágica es peligrosa? - dijo Fernanda, un poco asustada. - Nuestros padres siempre nos han enseñado a ser valientes, pero también cautas.
Las princesas decidieron hablar con el rey y la reina antes de emprender su aventura. Al llegar al gran salón, los reyes las miraron con amor. - Mamá, papá, escuchamos sobre un tesoro perdido en el Bosque Encantado, y queremos ir a buscarlo - explicó Fernanda.
- Entendemos que deseen ser aventureras - dijo la reina con una sonrisa. - Pero recuerden que el verdadero valor está en su corazón y en cómo se cuidan mutuamente.
- ¡Prometemos cuidarnos! - exclamó Rebeca.
Con la bendición de sus padres, las princesas se prepararon y se adentraron en el Bosque Encantado. Mientras caminaban entre los árboles altos y las flores brillantes, se encontraron con diferentes criaturas. Primeramente, conocieron a un pequeño zorro que parecía angustiado.
- Hola, pequeño zorro, ¿por qué luces tan triste? - preguntó Rebeca.
- He perdido mi juguete favorito y no sé dónde buscar - lloró el zorro.
- No te preocupes, ¡te ayudaremos a encontrarlo! - dijo Fernanda con determinación. Las princesas se pusieron a buscar el juguete del zorro y, tras un rato, lo encontraron atascado en unas ramas.
- ¡Gracias, princesas! - aulló el zorro con alegría. - Ustedes son muy valientes y bondadosas. Si alguna vez necesitan ayuda, me tendrán a su lado.
Después de ayudar al zorro, las princesas continuaron su camino. Sin embargo, pronto se encontraron con un río caudaloso que les bloqueaba el paso. - ¿Cómo cruzaremos? - se preguntó Rebeca, mirándose la una a la otra.
- Tal vez podamos construir un puente - sugirió Fernanda. Juntas, recolectaron troncos y ramas, y con un poco de ingenio construyeron un puente que las llevó al otro lado del río.
- ¡Lo logramos! - celebró Rebeca, pero justo en ese momento, se escuchó un fuerte rugido. Una gran criatura apareció delante de ellas.
- Deténganse, intrusas - dijo la criatura con voz profunda. - Este es mi territorio y no permitiré que se lleven el tesoro.
- No estamos aquí para hacer mal, sólo buscamos el tesoro que puede ayudar a nuestro reino y así ayudar a otros - habló Fernanda con valentía.
- ¿Por qué debería creerles? - preguntó la criatura, frunciendo el ceño.
- Porque, como tú, también valoramos el amor y la generosidad. Este tesoro no es solo para nosotros, es para el bienestar de todos - dijo Rebeca con sinceridad.
La criatura, sorprendidísima por la respuesta de las niñas, se detuvo y pensó un momento. - Quizás el amor y la bondad son más valiosos que un tesoro - reflexionó.
Luego de un largo diálogo, la criatura decidió dejarlas pasar y les reveló el lugar del tesoro. Al llegar, las princesas encontraron un cofre lleno de oro, joyas y algo más importante: un libro antiguo sobre la bondad y el amor.
- Este es el verdadero tesoro, el conocimiento de cómo hacer del mundo un lugar mejor - dijo la criatura, sonriendo por primera vez.
- Gracias por enseñarnos esta lección - respondieron las princesas.
Regresaron al castillo, donde sus padres las esperaban ansiosos. - ¡Lo logramos! - exclamaron juntas mientras mostraban el libro.
- Y lo más importante - continuó Fernanda - aprendimos que el amor y la bondad son los mayores tesoros que podemos compartir.
El rey y la reina abrazaron a sus hijas con orgullo.
Desde ese día, las princesas, junto con el zorro y la criatura mágica, se convirtieron en guardianes del amor y la bondad en el reino, recordando siempre que lo más valioso no es lo que tenemos, sino lo que damos.
FIN.