Las Puertas del Emocionario



En un pequeño pueblo llamado Sentilandia, los niños creían que la emoción era un tesoro. Cada emociones tenía su propio guardián, una criatura mágica que representaba una emoción específica. Un día, la paz del pueblo se vio interrumpida cuando una bruma misteriosa cubrió el lugar, creando intriga y preocupación.

Los guardias de las emociones, que eran: Alegría, Tristeza, Miedo, Coraje, Amor, Sorpresa, Desesperanza, Calma y Confusión, se reunieron en el Centro de Emociones para intentar entender el problema.

- ¡Esto es una locura! - exclamó Alegría mientras reía. - ¿Por qué la bruma está aquí?

- No lo sé, pero no se siente bien - dijo Tristeza con su tono melancólico.

- ¡Debemos enfrentarlo! - clamó Coraje, levantando su pecho con determinación. - No podemos dejar que el miedo nos paralice.

Miedo tembló ante la idea de salir, murmurando. - Pero ... y si lo que hay en la bruma es peligroso?

Sorpresa, que siempre estaba al acecho, intervino. - Quizás la bruma es una oportunidad de descubrir algo nuevo.

La confusión había invadido a todos. - No entiendo, ¿por qué está aquí? - se preocupó Confusión, chocando sus manos.

Amor, siempre dispuesto a unir al grupo, dijo con ternura: - Quizás la bruma está aquí para enseñarnos algo. Tomemos un momento para calmarnos y pensar.

Desesperanza suspiró. - Pero, ¿y si nunca conseguimos salir de esto?

- No podemos pensar así - dijo Calma con voz suave. - Debemos trabajar juntos para encontrar una solución.

Así, decidieron salir de la sala y enfrentarse a la bruma. A medida que se acercaban, descubrieron que la bruma estancada contenía sombras.

Miedo gritó: - ¡Miren! Esas sombras son aterradoras.

- Pero... las sombras no pueden lastimarnos - argumentó Alegría, tratando de darles un enfoque positivo.

Finalmente, Coraje dio un paso adelante. - Yo iré primero. - Y se adentró en las sombras.

A medida que avanzaba, comenzó a ver formas familiares. - ¡Es solo una proyección de mis miedos! - gritó Coraje.

Los otros lo siguieron, y al hacerlo, también se dieron cuenta de que la bruma se dispersaba.

- La bruma es solo la forma de nuestros miedos y dudas - dijo Sorpresa con asombro.

Tristeza comprendió que estaba bien sentirse así algunas veces. - No siempre estoy feliz y eso es normal.

Calma, que había estado observando, añadió: - Aprender a aceptar nuestras emociones es lo que nos hace fuertes.

Al final, la bruma desapareció, y cada guardián de la emoción se sintió más conectado con los demás. Aprendieron a valorar tanto el miedo como el coraje, la alegría y la tristeza, y juntos crearon un nuevo lugar en Sentilandia llamado "El Jardín de las Emociones", donde los niños podían explorar sus sentimientos sin temor.

Al regresar al pueblo, Miedo exclamó: - ¡Lo logramos!

Desesperanza sonrió por primera vez. - Por fin puedo ver que siempre hay esperanza.

Así, el pueblo de Sentilandia volvió a ser un lugar vibrante, donde cada emoción era celebrada. Y sobre todo, aprendieron que está bien sentir de todo, siempre que lo hagan juntos.

Fin.

FIN.

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