Las Puertas del Multiverso



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Luminaria, un niño llamado Lucas que soñaba con aventuras en otras realidades. Un día, mientras exploraba un desván en su casa, encontró un extraño artefacto brillante, que parecía pulsar con energía. Era una especie de esfera, rodeada por tres anillos que giraban a su alrededor.

"¿Qué será esto?" - se preguntó Lucas, tocando la esfera con curiosidad.

Al instante, los anillos comenzaron a vibrar y una luz deslumbrante llenó la habitación. Cuando la luz se desvaneció, Lucas se encontró en un mundo completamente diferente. Todo a su alrededor brillaba en colores jamás vistos, y las criaturas tenían formas extrañas y maravillosas.

"Hola, pequeño viajero" - dijo una criatura que parecía un cruce entre un pez y un pájaro, con escamas de colores y alas burbujeantes.

"¿Dónde estoy?" - preguntó Lucas, sorprendido.

"Estás en el Reino de los Infinito, donde cada realidad es una nueva aventura. Yo soy Luma, el guardián de las puertas".

Lucas no podía creer lo que escuchaba. Había viajado a otra realidad. Luma le explicó que el artefacto era una puerta que conectaba diferentes mundos, pero había que tener cuidado: no todas las realidades eran amistosas.

"¿Puedo visitar más realidades?" - preguntó Lucas, lleno de emoción.

"Por supuesto, pero recuerda, siempre debes regresar antes de que el sol se ponga en tu mundo, o podrías perderte en el laberinto de las realidades".

Lucas sonrió y se adentró en la aventura. En su primer viaje, llegó a un mundo donde todos los árboles eran de caramelos y las nubes de algodón de azúcar. Los habitantes, alegres y dulces, invitaban a Lucas a un festín.

"¡Ven a probar nuestras frutas mágicas!" - gritaban.

Lucas disfrutó de los manjares, pero pronto se dio cuenta de que aunque era divertido estar allí, no quería quedarse para siempre. Se despidió de sus nuevos amigos y, recordando las advertencias de Luma, decidió usar el artefacto nuevamente.

Al regresar, Lucas se dio cuenta de que su próximo destino sería un lugar donde pudieron entenderse sin palabras. Al llegar, conoció a una chica llamada Mira, que tenía el don especial de comunicarse a través de colores y figuras que flotaban en el aire.

"¡Hola!" - dijo Mira, rodeada de luces brillantes.

"¿Qué estás haciendo?" - preguntó Lucas, intrigado.

Mira hizo un gesto con su mano y un arcoíris de colores apareció, formando la palabra “amigo”. Lucas se sintió feliz y, a través de los colores, ellos compartieron historias de sus mundos, aprendiendo sobre sus diferencias y similitudes.

"La amistad no necesita palabras, pero a veces hace falta expresarla de formas inesperadas" - dijo Mira, sonriendo.

Después de disfrutar de un día lleno de colores, Lucas decidió regresar una vez más. Cada viaje lo hacía más sabio. Sin embargo, de repente un fuerte viento sopló y el artefacto comenzó a perder su color.

"¿Qué pasa?" - preguntó Lucas, preocupado.

"El balance entre las realidades se está rompiendo. Necesitas encontrar un nuevo hogar para el artefacto, o quedaremos atrapados aquí" - respondió Luma con expresión seria.

Lucas recordó los diferentes mundos que había visitado. Pensó en cómo cada lugar tenía algo especial, y cómo las personas de todos esos mundos se habían unido a través de la amistad y el respeto. Así que decidió regresar a todos sus amigos para pedirles ayuda.

En cada realidad, reunió a sus amigos y les contó sobre su miedo de perderse en el laberinto. Todos, con sus habilidades únicas, comenzaron a crear una nueva energía de colaboración, uniendo sus talentos. Con el poder de la amistad y el trabajo en equipo, lograron estabilizar el artefacto.

"¡Lo hicimos!" - gritó Lucas.

Finalmente, Luma le sonrió.

"Has aprendido que no importa dónde vayas, siempre hay un lugar en tu corazón para tus amigos. Y eso es lo que hace que cada realidad sea especial".

Lucas sintió una gran calidez en su pecho. El artefacto comenzó a brillar intensamente, y antes de que pudiera despedirse de sus amigos, fue transportado de regreso a su hogar.

Desde aquel día, Lucas supo que, a pesar de las diferencias y los años que pasaran, siempre podría encontrar la manera de conectar con los demás, ya sea en su realidad o en cualquier otra. Y, a menudo, miraba hacia el cielo y sonreía, recordando cada una de sus aventuras en el multiverso.

Y así, su corazón se llenó de alegría, sabiendo que siempre habría nuevas realidades por explorar, y que la verdadera magia se encontraba en las conexiones que creamos.

"¿Quieres viajar a otras realidades con amigos algún día?" - le preguntó un día a su mejor amigo.

"¡Sí!" - respondió su amigo emocionado. "No hay mejor aventura que la que compartimos juntos".

Y colorín colorado, este viaje ha terminado.

FIN.

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