Las Puertas del Muro Mágico



Era un día soleado en el pequeño pueblo donde vivían Tara y Rui, rodeado por un misterioso muro antiguo que parecía no tener fin. El muro era alto y grueso, hecho de piedras tan viejas como el tiempo. Contaba con cientos de puertas que nadie había logrado abrir.

Una tarde, Tara, con su característico cabello al viento, miraba curiosamente las puertas mientras Rui, su amigo aventurero, se acercaba corriendo.

"¿Has visto eso, Tara? Hay una puerta que brilla un poco entre todas las demás!" - exclamó Rui con asombro.

Tara se acercó a Rui y miró la brillante puerta que estaba decorada con extraños símbolos.

"¿Y si esa es la clave para descubrir lo que hay detrás del muro?" - sugirió Tara con emoción.

Rui sonrió, convencido de que esa era una gran idea. Ambos comenzaron a tocar las diferentes puertas del muro, buscando una señal. Tras varios intentos, llegaron a la puerta brillante.

Juntos, empujaron la puerta con todas sus fuerzas. Sorprendentemente, se abrió con un resplandor dorado que iluminó todo a su alrededor. Al otro lado, había un jardín mágico lleno de flores de colores vibrantes y un árbol gigante que parecía susurrar.

"¡Es hermoso!" - dijo Tara, maravillada.

"¡Vamos!" - invitó Rui, adentrándose al jardín.

Mientras exploraban, encontraron a un pequeño dragón que lloraba bajo el árbol.

"¿Qué te pasa?" - preguntó Tara, preocupada.

"Soy un dragón perdido y no puedo regresar a mi hogar porque necesito encontrar un objeto mágico que me permita volar de nuevo, pero no sé dónde buscar" - explicó el dragón, con lágrimas en los ojos.

Rui y Tara se miraron, decididos a ayudar.

"Te ayudaremos!" - dijeron al unísono.

Juntos, siguieron mapas antiguos y pistas que se encontraban en el jardín. Tuvieron que resolver acertijos y superar obstáculos que los hicieron reír y aprender en el camino.

"¿Ves ese árbol de manzanas doradas?" - dijo Rui, apuntando. "Tal vez ahí encontremos algo que ayude al dragón!".

Al llegar al árbol, Tara notó un manzana diferente, brillando más que las demás.

"¡Mirá! Esa debe ser la clave!" - exclamó.

Con cuidado, recogieron la manzana. El dragón se emocionó y, al probarla, comenzó a brillar intensamente.

"¡Gracias! Ahora puedo volar de nuevo!" - dijo el dragón, mientras sus alas se extendían y resplandecían como el sol.

Pero antes de irse, se giró hacia Tara y Rui.

"Por su generosidad, les concederé un deseo. ¿Qué desean?"

Tara y Rui pensaron y decidieron que lo más importante era que todos en el pueblo se unieran para compartir aventuras y aprender unos de otros.

"Queremos que el pueblo siempre tenga la oportunidad de descubrir aventuras juntos!" - respondieron, llenos de esperanza.

El dragón sonrió y, con un batir de alas, una ola de luz mágica se extendió sobre el pueblo. Desde ese día, el muro no solo se convirtió en un guardián de misterios, sino también en un símbolo de la curiosidad y la unión de la comunidad.

Mientras volaba hacia el horizonte, el dragón dijo:

"No olviden que todo lo que busquen está al alcance de sus corazones."

Y así, Tara y Rui aprendieron que la verdadera magia está en la amistad, la cooperación y el deseo de ayudar a los demás, mientras el pueblo disfrutaba de nuevas aventuras juntos bajo la luz del sol.

FIN.

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