Las puertas encantadas
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Alfabeta, un grupo de amigos muy especiales. Sus nombres eran Ana, Benito, Carla, Daniel, Estela, Fabio, Gabriela, Hugo y Inés. Juntos vivían aventuras emocionantes que les enseñaban importantes lecciones.
Un día soleado de primavera, mientras paseaban por el bosque cercano al pueblo, encontraron una misteriosa cueva. Intrigados y llenos de curiosidad decidieron explorarla.
Al entrar se dieron cuenta de que dentro había diez puertas numeradas del 1 al 10. Ana fue la primera en acercarse a la puerta número 1 y con valentía decidió abrirla. Detrás encontró un hermoso jardín lleno de flores multicolores.
Se maravilló ante tanta belleza y aprendió que siempre hay algo hermoso esperando si tenemos el coraje para buscarlo. Benito decidió abrir la puerta número 2 y se encontró con una biblioteca llena de libros fascinantes.
Emocionado por aprender cosas nuevas cada día comprendió que el conocimiento es poderoso y puede llevarnos a lugares inimaginables. Carla abrió la puerta número 3 y descubrió un laboratorio lleno de frascos con líquidos brillantes.
Fascinada por la ciencia entendió que experimentar nos ayuda a descubrir cosas asombrosas e inventar soluciones para los problemas del mundo. Daniel eligió abrir la puerta número 4 y se encontró con un estudio musical donde había instrumentos de todo tipo.
Con alegría descubrió su pasión por la música y aprendió que el arte puede expresar lo que las palabras no pueden. Estela abrió la puerta número 5 y se encontró con un gimnasio lleno de aparatos. Decidió ponerse en forma y descubrió que el ejercicio es importante para mantener un cuerpo sano y una mente fuerte.
Fabio, curioso como siempre, decidió abrir la puerta número 6 y entró en una cocina llena de deliciosos ingredientes.
Aprendió a cocinar platos sabrosos y comprendió que compartir la comida con los demás es una manera maravillosa de mostrar amor. Gabriela eligió abrir la puerta número 7 y se encontró con un taller de costura. Descubrió su talento para crear hermosas prendas y aprendió que cada uno tiene habilidades únicas que deben ser valoradas.
Hugo abrió la puerta número 8 y descubrió un observatorio lleno de telescopios. Fascinado por las estrellas comprendió que hay todo un universo ahí fuera esperando a ser explorado y nos recordó lo pequeños pero importantes que somos en él.
Inés eligió abrir la puerta número 9 y se encontró con un salón de clases lleno de libros, pizarrones e imágenes educativas. Descubrió su pasión por enseñar a los demás e inspirarlos a aprender cada día más.
Después de haber explorado todas las puertas, decidieron abrir juntos la última: la puerta número 10. Para su sorpresa, detrás estaba el pueblo entero esperándolos con aplausos y sonrisas. Comprendieron entonces que todos ellos tenían algo valioso para ofrecer al mundo.
Desde ese día, Ana, Benito, Carla, Daniel, Estela, Fabio, Gabriela, Hugo e Inés se convirtieron en los guardianes de la cueva mágica.
Cada vez que alguien necesitaba descubrir su pasión o aprender algo nuevo, ellos les mostraban el camino a través de las puertas numeradas. Y así vivieron felices y llenos de aventuras en Alfabeta, un lugar donde cada letra tiene su historia y todos pueden encontrar su propia magia. Fin.
FIN.