Las recetas de la abuela
Era un soleado sábado por la mañana en la casa de la abuela Rosa. Sus nietos, Sofía y Lucas, estaban emocionados porque ese día iban a cocinar con ella. La abuela, conocida en el barrio por sus deliciosas recetas, siempre encontraba la manera de enseñarle a sus nietos algo nuevo mientras cocinaban juntos.
"¡Buenos días, mis amores!", les saludó Rosa con una gran sonrisa.
"¡Hola, abuela! ¿Qué vamos a cocinar hoy?", preguntó Lucas con los ojos brillantes.
"Hoy haremos unas galletitas de chocolate y aprenderemos sobre fracciones. ¿Les parece?", respondió la abuela mientras sacaba los ingredientes de la alacena.
Sofía y Lucas se miraron intrigados.
"¿Fracciones? ¿Eso no es un tema de matemáticas?", preguntó Sofía, enarcando una ceja.
"Sí, pero las fracciones también están en la cocina. ¡Vamos a empezar!", dijo Rosa con entusiasmo.
Primero, la abuela les mostró la receta. Tenían que usar un kilo de harina, pero Rosa explicó que no podían hacer todas las galletitas de una vez.
"Vamos a hacer la mitad de la receta primero. ¿Cuánto es la mitad de un kilo?", preguntó la abuela, mirando a sus nietos.
"¿Es... 500 gramos?", respondió Lucas, con un ligero titubeo.
"¡Exactamente! ¿Y si quisiéramos hacer cuartas partes?", continuó la abuela.
"Ay, no. Eso ya es más difícil", dijo Sofía, mordiendo su labio inferior.
"No te preocupes, sólo hay que recordar que cuartas partes son cuatro partes iguales. Así que, un kilo dividido en cuatro es...", dijo Rosa, haciendo una pausa dramática.
"Son 250 gramos cada una!", gritaron los niños al unísono.
Rosa se río y celebró su respuesta correcta.
"¡Muy bien! Ahora, sigamos. Necesitaremos azúcar también. ¿Cuánto azúcar necesitamos para la mitad de la receta?", preguntó, ya mientras pesaba los ingredientes.
"250 gramos de azúcar, ¡como la harina!", dijo Sofía, sintiéndose más segura.
Mientras mezclaban los ingredientes, Rosa decidió añadir un giro emocionante.
"¡Vamos a inventar una nueva galletita! Si hacemos un tercio de masa con nueces y otro tercio con chispas de chocolate, quedará riquísima. ¿Qué les parece?".
"¡Súper! ¿Y el resto?", inquirió Lucas, ya entusiasmado por la idea.
"El resto será puro chocolate, de dos tercios. Así que, ¿cuánta masa vamos a usar para el tercio?", dijo Rosa mientras usaba su cuchara de madera para mezclar.
Rápidamente, los nenes sacaron cuentas en sus cabecitas.
"Vamos a usar un tercio, es decir… 333 gramos de masa", dijo Sofía, palmeando su mano para celebrarlo.
Cada vez que añadían un ingrediente, se reían y disfrutaban de la experiencia. Pero no todo sería tan fácil. Rosa se dio cuenta de que no tenían la suficiente manteca. Tenían un paquete de 200 gramos y la receta pedía 300.
"Ups, parece que habrá que ser creativos con eso", dijo Rosa con una sonrisa.
"¿Cómo?", preguntó Lucas confuso.
"Podemos usar un cuarto de lo que tenemos. Eso haría 50 gramos", explicó la abuela mientras optaba por hacer una pequeña triangulación en la manteca restante.
La mirada de la abuela se volvió pícara.
"O, un poco menos, y eso significa que las galletitas quedarán más crocantes. Tal vez el próximo experimento en la cocina sea hacer una receta sin manteca. ¿Qué opinan?".
Sofía, siempre inquieta, dijo:
"O podemos hacer un experimento, y si no sale bien, ¡podemos volver a hacerla!".
Terminando de mezclar todo en un bowl gigante, empezó la parte que más les gustaba a los chicos: hacer bolitas y aplastarlas en la bandeja de horno.
"¡Es hora de marcar el tiempo de cocción!", dijo Rosa.
"Son 15 minutos, abuela!", dice Lucas entusiasmado.
Después de un rato, el aroma a galletitas recién horneadas llenó la casa.
"¿A que huelen bien?", exclamo la abuela.
"¡Sí! ¿Pero cuántas hicimos? ¿Qué fracción de la receta hemos terminado?", preguntó Sofía sacando calculadora para obtener los datos concretos.
- “Todas las que hicimos, pero también cada una corresponde a una de nuestras fracciones: un tercio de nuez, un tercio de chips y un tercio con chocolate puro”, finalizó la abuela.
Cuando removieron las galletitas del horno, habían resultado tan buenas como pensaban. Tardaron un momento en saborearlas; hasta se olvidaron que habían sido parte de un experimento lleno de matemáticas.
"Abuela, esto fue lo mejor!", finalizaron en un abrazo a su abuela.
Y así, cada receta terminada era un pequeño juego de fracciones y un gran momento familiar. Los días continuaron así, siempre cocinando juntos y aprendiendo sobre la amistad, la cocina, y claro, ¡las fracciones!
FIN.