Las Recetas de la Abuela



Era una tarde soleada en la casa de la abuela Elena, y sus tres nietitos, Sofía, Mateo y Lucas, estaban sentados a su alrededor, llenos de curiosidad y con el estómago rumoreando de hambre.

"Contanos sobre tu infancia, abuela", pidió Sofía, moviendo sus pequeños pies de emoción.

"¡Claro que sí!", dijo la abuela, sonriendo. "Les contaré sobre mis días en el campo y de las recetas que hacíamos con mamá. Teníamos un lugar mágico para cocinar y jugar, lleno de flores y árboles frutales. Solo se oían las aves y cómo me llamaban a jugar".

Los niños escuchaban con atención.

"¿Y qué cocinaban, abuela?", preguntó Mateo, ansioso.

"¡Oh, una de mis recetas favoritas era la torta de manzana! Las manzanas eran del manzano de nuestro jardín. Aquí, ven, les enseño cómo hacerla..."

La abuela se puso de pie y llevó a los niños a la cocina.

"Primero, necesitamos las manzanas. ¿Quién quiere ser el encargado de pelarlas?"

Lucas, el más pequeño, levantó la mano.

"¡Yo, yo!"

"Perfecto, Lucas. Ten cuidado con el cuchillo", le advirtió la abuela, dándole las manzanas.

Mientras Lucas pelaba las manzanas, la abuela continuó:

"Mamá solía decirme que cada manzana tiene una historia que contar, por eso siempre elegíamos las más hermosas y jugosas. Cuando terminamos de pelarlas, las cortábamos en trocitos y las mezclábamos con un poco de canela. ¡El olor era maravilloso!"

Mateo preguntó:

"¿Y después?"

"Luego, batíamos los huevos y el azúcar. ¡Todo con amor! En tiempos de frío, mama siempre hacía la torta con un poco de ayuda de papá, era como un baile..."

"¿Un baile?", interrumpió Sofía intrigada.

"Sí, como cuando mezclamos todo en el bol. Tenía que hacerlo con ritmo. Papá siempre decía que el secreto de la buena cocina está en la alegría con la que se hace".

"¡Yo quiero bailar!", gritó Lucas.

"¡Perfecto, vamos a mezclar todo!", rió la abuela.

Y así, entre risas y pasos de baile, los niños y la abuela mezclaron la masa.

"¿Pero qué pasa si se nos quema?", preguntó Mateo un poco preocupado.

"No se preocupen, eso puede pasar. Pero si hacemos todo con cuidado y amor, seguro nos saldrá riquísima. Y si no, podemos comerla todavía, aunque esté un poco más dura", dijo la abuela winking.

Los niños rieron ante la idea de una torta dura.

"¿Y qué hacían si la torta se quemaba?", quiso saber Sofía.

"Es una gran pregunta, Sofía. Aprendimos que a veces, las cosas no salen como uno espera, y eso está bien. Siempre podemos convertir un error en una aventura. Por ejemplo, si se quema, ¡podemos hacer helado casero!"

"¿Helado?", preguntó Lucas con los ojos brillantes.

"Sí, sí. Dediquémonos a ello también. ¡Estábamos llenos de ideas locas!"

Finalmente, la torta fue al horno y, mientras esperaban, la abuela sacó algunos ingredientes para el helado.

"Vamos a batir leche, crema, y un toque de vainilla. No hay nada mejor que ese helado después de trabajar tanto. ¿Se imaginan?"

"¡Sí! ¡Quiero ayudar!", exclamó Mateo.

Mientras batían, la abuela compartió más recuerdos.

"Una vez, hicimos tanto helado que tuvimos que compartirlo con los vecinos. No solo era rico, sino que también nos ayudó a hacer nuevos amigos. ¡La cocina nos unía!"

Al final de la tarde, la torta estaba lista.

"Espero que haya salido rica", dijo la abuela, abriendo el horno con cuidado.

Todos miraron ansiosos, mientras la abuela sacaba la torta dorada.

"¡Es hermosa!", gritaron todos al unísono.

Se sentaron a la mesa, con cada uno sirviéndose un pedazo.

"¡Salud!", dijo la abuela, levantando su tenedor.

"¿Qué tenemos que aprender hoy, abuela?", preguntó Lucas lleno de entusiasmo.

"Hoy aprendimos que compartir y cocinar nos acerca a los demás. ¡Y que si algo sale mal, podemos siempre buscar un lado divertido!"

"¡Como hacer helado!", rieron los tres.

"Exacto, mis amores. Ahora, a disfrutar de la torta de manzana y el helado. Pero nunca se olviden: cocinar es como la vida, a veces hay sorpresas y es muy importante disfrutar cada momento".

Desde ese día, los tres nietos aprendieron el valor de la cocina y de crear buenos recuerdos, una receta familiar que perduraría para siempre en sus corazones.

Así, la abuela Elena continuó compartiendo más historias y recetas, llenando cada rincón de su hogar con el amor que solo la cocina puede ofrecer.

FIN.

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