Las Reglas Mágicas del Salón



Era una brillante mañana de primavera en el jardín de infantes "Arco Iris", donde los niños reían y jugaban bajo el tibio sol. Marian, una pequeña de 4 años con rulos dorados y ojos curiosos, llegó a su salón con una mochila llena de sueños. Hoy era un día especial porque aprendería sobre las reglas del salón, un conocimiento que prometía hacer su tiempo en el jardín mucho más divertido.

La maestra Clara, una mujer amable con una voz melódica, se sentó en una alfombra colorida y miró a sus pequeños alumnos.

"¡Hola, chicos! Hoy vamos a hablar sobre las reglas del salón. Son como un mapa secreto que nos ayuda a jugar y aprender juntos."

Los niños se sentaron en círculo, asegurándose de que Marian estuviera bien cerca de ellos.

"¡Yo quiero aprender!" exclamó Marian con entusiasmo.

"¡Yo también!" gritaron varios de sus amigos.

La maestra Clara empezó a explicar la primera regla:

"La primera regla es ser respetuosos. Eso significa que debemos escuchar cuando alguien está hablando. ¿Cómo creen que se siente una persona cuando no la escuchamos?"

Marian, con su manita levantada, respondió:

"Se siente triste, como si no importara."

"¡Exactamente!" dijo la maestra, sonriendo.

Luego presentaron la siguiente regla:

"La segunda regla es compartir. ¡Un juguete es más divertido cuando lo compartimos! ¿Quién quiere contarme una vez que compartió algo?"

El nene Joaquín levantó la mano:

"Yo compartí mis bloques de construcción con Sofía y construimos una torre gigante. ¡Era muy divertida!"

"¡Qué lindo!" dijo Marian mientras imaginaba la torre encargándose de la sala.

Al siguiente día, Marian estaba emocionada por poner en práctica lo aprendido. Sin embargo, cuando llegó al jardín, vio que todos sus amigos estaban jugando con un rompecabezas enorme en el rincón. Su corazón dio un vuelco. Ella quería jugar también, pero no sabía si podían jugar todos juntos.

Con un empujoncito de valentía, se acercó a sus amigos, se puso de rodillas, y dijo:

"¿Puedo ayudar a armar el rompecabezas?"

"Sí, Marian, ¡ven! Necesitamos más manos!" respondió Valentina con una sonrisa.

Mientras armaban el rompecabezas, Marian notó que algunos niños estaban discutiendo sobre dónde colocar una pieza.

"Chicos, esperen, recuerdo que aprender sobre ser respetuoso significa escuchar a los demás. ¿Por qué no hacemos una pausa y decidimos juntos dónde va la pieza?"

Los niños se miraron, sorprendidos. Fue una gran idea que ayudó a calmar la tensión.

"¡Sí, tienes razón!" afirmó Joaquín,

"Propongo que cada uno diga su idea y luego votamos."

"¡Genial!" dijo Marian, sintiéndose como una verdadera líder.

Después de resolver el pequeño conflicto, continuaron trabajando en el rompecabezas hasta que, finalmente, lograron completarlo. Todos se abrazaron y celebraron su trabajo en equipo.

"¡Lo logramos!", gritaron al unísono.

A medida que pasaban los días, Marian se dio cuenta de que las reglas del salón no solo ayudaban a que jugaran mejor, también hacían que cada día fuera más divertido y lleno de amistad.

Un día, la maestra Clara organizó una actividad sorpresa: un gran picnic en el patio.

"Hoy quiero que todos compartan algo que les gustaría traer para compartir en nuestra merienda."

Marian decidió que quería llevar sus galletitas caseras. Cuando llegó el día del picnic, vio a sus amigos disfrutando de sandwiches, frutas y jugos.

"¡Marian! ¿Qué trajiste?" le preguntó Sofía.

"Galletitas de chocolate que hice con mi mamá. Pero también tengo algunas de vainilla para compartir."

"¡Qué rico!" exclamaron todos al unísono.

Marian se sintió muy feliz de compartir. Mientras todos disfrutaban juntos, la maestra Clara le dijo:

"Marian, estás aplicando las reglas del salón en tu vida todos los días. ¡Eres una gran amiga!"

Marian sonrió mientras miraba a sus amigos riendo y jugando a su alrededor. Comprendió que las reglas del salón no eran solo palabras, eran pequeñas llaves mágicas que abrían puertas hacia la amistad y el respeto.

Y así, cada día, Marian seguía aprendiendo y creciendo, llena de ganas de descubrir más sobre el mundo que la rodeaba, siempre con una sonrisa en el rostro y dispuesta a compartir su alegría.

FIN.

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