Las Reinas de la Isla Colorida



Había una vez, en una hermosa isla conocida como Isla Colorida, un lugar donde vivían muchas criaturas maravillosas: pájaros de todos los colores, mariposas que danzaban en el aire y hasta un río que brilla bajo el sol. Pero en esta isla, la gente creía que solo los hombres podían ser líderes. Las mujeres, aunque eran muy talentosas y tenían grandes ideas, no se atrevían a levantar la voz para expresar sus pensamientos.

Un día, tres jóvenes amigas, Lucía, Valentina y Sofía, se sentaron bajo un gran árbol frondoso para compartir sus sueños.

"Quiero ser inventor y crear máquinas que ayuden a sembrar más rápido", dijo Lucía emocionada.

- “Yo quiero ser artista y pintar un mural gigante para que todos lo vean y se sientan felices”, agregó Valentina con una sonrisa.

- “Y yo quiero liderar un equipo que ayude a cuidar nuestro río y a nuestros amigos los peces”, concluyó Sofía.

Sin embargo, las tres se miraron con tristeza.

- “No podemos, los hombres son los que siempre deciden”, suspiró Lucía.

Fue entonces que un sabio búho, llamado Don Sabio, escuchó su conversación. Se acercó a ellas y les dijo:

- “Queridas jóvenes, el verdadero liderazgo no tiene género. Cualquiera puede ser un gran líder con las ideas correctas y la valentía de actuar.”

Las tres amigas se miraron, asombradas, pero al mismo tiempo, le dieron poco crédito a lo que el búho les decía.

- “Pero, ¿cómo podemos cambiar las cosas? ”, preguntó Valentina.

- “Primero, deben creer en ustedes mismas”, respondió Don Sabio.

Con esas palabras resonando en sus corazones, decidieron hacer un plan. Iban a organizar un festival en la Isla Colorida donde todos pudieran mostrar sus talentos, ¡y también sus ideas!

- “¡Sí, eso haremos! ”, exclamó Sofía.

Pasaron días preparándose. Lucía inventó un sistema de riego en el que las plantas podían regarse solas. Valentina pintó hermosas obras de arte que reflejaban la vida en la isla. Y Sofía, hizo volar por el aire la idea de un equipo que cuidara el río y promoviera la limpieza.

El día del festival llegó, y la isla estaba llena de alegría y colores. Pero cuando llegó el momento de que las chicas subieran al escenario, sus corazones latían con fuerza.

- “No vamos a poder hacerlo”, murmuró Valentina con temor.

- “¡Sí se puede! Juntas somos más fuertes”, animó Lucía.

- “Agarremos nuestras ideas y compartámoslas con todos”, aportó Sofía.

Con un poco de valentía, subieron al escenario y comenzaron a hablar. En un principio, algunos hombres en la audiencia se rieron.

- “¿Qué pueden saber ellas? ”, murmuraban entre risas.

Pero a medida que las chicas presentaban sus ideas, la magia fue sucediendo.

- “Miren cómo nuestras ideas pueden cambiar la isla. ¡Miren cómo nuestras voces pueden ser escuchadas! ”, repitió Lucía con fuerza, iluminando el lugar con su entusiasmo.

- “Podemos hacer un equipo para limpiar el río y todo lo demás, ¡pero necesitamos que todos se sumen! ”, dijo Sofía.

Poco a poco, la gente comenzó a prestar atención.

- “¡Esa idea de Lucía es genial! ¡Podría ayudar a todos! ” dijo un hombre del público.

- “Y el mural de Valentina le daría vida a nuestro pueblo”, añadió otro.

Finalmente, el festival terminó en un gran aplauso para las tres amigas.

- “¡Lo logramos! ”, gritaron emocionadas.

- “La gente realmente cree en nuestras ideas”, dijo Valentina con una sonrisa brillante.

- “Y lo hicieron posible gracias a que nos atrevimos a hablar”, concluyó Sofía.

Desde ese día, la Isla Colorida comenzó a cambiar. Los hombres y las mujeres trabajaron juntos en igualdad, cada uno aportando sus talentos y aportando nuevas ideas. Las chicas aprendieron que el verdadero liderazgo no estaba en un título, sino en compartir visiones y unirse bajo un mismo propósito.

Y así, gracias a la valentía de tres jóvenes amigas, el espíritu del liderazgo de las mujeres floreció en la Isla Colorida, creando un lugar donde todos, sin importar su género, podían soñar, inventar y hacer realidad esos sueños. Y desde entonces, las mujeres jamás volvieron a inhibirse al compartir sus grandes ideas, porque sabían que su voz importaba.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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