Las Semillas de la Generosidad


Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Sofía que vivía con su hermana mayor y su malvada madrastra.

La madrastra siempre trataba mal a Sofía, haciéndola trabajar más duro que a nadie y dándole las tareas más difíciles. Un día, la madrastra decidió deshacerse de Sofía enviándola al pozo del pueblo para sacar agua. Sofía, asustada pero valiente, fue al pozo y comenzó a sacar agua.

Mientras lo hacía, una anciana se acercó a ella y le pidió un poco de agua. "¡Claro! Aquí tiene", dijo amablemente Sofía mientras le ofrecía el agua a la anciana.

La anciana bebió el agua con gratitud y luego le dio a Sofía una bolsita llena de semillas mágicas como recompensa. La anciana le dijo que plantara las semillas en casa y que traerían abundancia y felicidad a su vida.

Sofía regresó a casa emocionada por su encuentro con la anciana y plantó las semillas como le había indicado. Para sorpresa de todos, al día siguiente las semillas habían crecido en hermosas flores brillantes que llenaron la casa con un aroma dulce y embriagador.

Al ver esto, la madrastra decidió enviar a su propia hija al pozo para ver si también podían recibir algo maravilloso. Cuando la hija de la madrastra llegó al pozo, la misma anciana apareció nuevamente y le pidió un poco de agua.

"No tengo tiempo para ti", respondió bruscamente la hija de la madrastra antes de irse sin darle nada a la anciana. La anciana, enfurecida por esta falta de bondad, lanzó un hechizo sobre la hija de la madrastra.

A partir de ese momento, todo lo que tocaba se convertiría en polvo. La hija regresó a casa llorando por lo que le había sucedido.

Al verla convertirse en polvo todo lo que tocaba, la madre se dio cuenta del error que habían cometido al no ser amables con los demás. Se disculpó con Sofía por todo el maltrato recibido y juntas cuidaron amorosamente del jardín mágico creado por las semillas regaladas por la buena anciana.

Desde entonces, tanto Sofía como su hermana aprendieron el valor de ser amables y generosas con los demás; entendieron que los actos buenos siempre traen consigo buenas recompensas mientras que los actos egoístas solo generan consecuencias negativas.

Y así vivieron felices para siempre en aquella casa llena de flores brillantes y fragantes gracias al poder de la bondad.

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