Las Señales de Tránsito Mágicas



En un pequeño pueblo llamado Señalito, las señales de tránsito no eran solo objetos de metal pintados, sino que en realidad estaban llenas de vida y magia. Cada mañana, los habitantes del pueblo se sentaban en sus patios con sus mates, para escuchar las historias que las señales les contaban. Entre ellas se encontraba una señal de 'Alto' llamada Tita, que tenía el don de ser la más sabia de todas.

"¡Buenos días, Tita!", gritaba un grupo de niños mientras jugaban a la pelota cerca de la plaza. Tita, con su color rojo brillante, siempre sonreía y les devolvía el saludo con un leve movimiento.

"¡Buenos días, pequeños! ¡Hoy es un gran día para aprender!" - respondió Tita con una voz melodiosa.

Un día, algo inesperado sucedió. Un fuerte viento sopló sobre el pueblo y, de repente, todas las señales de tránsito comenzaron a perder su color y brillo. Las luces del semáforo parpadeaban de forma errática, la señal de 'Ceda el paso' se volvió completamente blanca, y el cartel de 'Prohibido estacionar' no se veía en absoluto.

"¡Oh no!", exclamó Tita, "¿Qué está pasando? No podemos dejar que nuestro pueblo se convierta en un caos. Necesitamos recuperar nuestros colores y funciones."

Los niños, asustados, se acercaron a Tita.

"¿Qué podemos hacer, Tita?" - preguntó Sofía, la más curiosa del grupo.

"Debemos encontrar el Corazón de las Señales, que está escondido en el Bosque de las Normas. Solo así podremos devolvernos el color y el orden a nuestro pueblo."

Sin dudarlo, un grupo de siete valientes niños se ofreció a ayudar a Tita. Entre ellos estaban Lucas, León, Sofía, Valentina, Mateo, Pato y Ana.

"¡Vamos! Ahora somos un equipo!", gritó Lucas con entusiasmo.

Los niños comenzaron su aventura, siguiendo las indicaciones de Tita. Caminaron por senderos misteriosos, cruzaron puentes de madera, y mientras más se adentraban en el bosque, más emocionantes se volvían las historias de Tita.

"¿Sabían que la señal de 'Ceda el paso' se creó para proteger a los peatones?" - contaba Tita mientras avanzaban.

De repente, el grupo se quedó aturdido al ver un gran cartel de 'Desvío'.

"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Valentina, con un tono de preocupación.

"¡Sigamos el camino de la izquierda!" - sugirió Mateo.

Al girar a la izquierda, se encontraron con un río que no podían cruzar. Mientras discutían sobre cómo hacerlo, Sofía se le ocurrió una idea.

"¿Y si armamos una balsa con ramas y hojas?" - dijo emocionada.

Los niños trabajaron en equipo, recogiendo ramas y atándolas con cintas de colores. Después de un rato, lograron construir una balsa. Con risas y gritos de alegría, navegaron el río y siguieron su camino por el bosque.

Finalmente, llegaron a un claro, donde encontraron una enorme piedra en forma de señal de tránsito. Encima, había un brillante corazón rojo.

"¡Ese debe ser el Corazón de las Señales!", exclamó León.

Sin embargo, justo cuando intentaron acercarse, una sombra apareció. Era un viejo seño llamado Don Descontrol, quien nunca había querido seguir las normas del tránsito.

"¿Por qué quieren llevarse el Corazón de las Señales? ¡Eso solo causará más reglas y órdenes!" - dijo con voz grave.

Los niños se miraron entre sí, y luego Valentina, aunque con un poco de miedo, se acercó y le preguntó.

"Pero Don Descontrol, ¿no crees que las señales nos ayudan a vivir en paz? Sin ellas, el caos reinaría. ¿Te gustaría que todos tuviéramos que andar por la calle sin saber a dónde ir?"

Don Descontrol, sorprendido por la pregunta, se quedó en silencio.

"No lo había pensado así. Solo pensaba que seguir reglas era aburrido."

Ana agregó:

"Pero si seguimos las señales, ¡podemos disfrutar de juegos, paseos y hasta de viajar a otros lugares!"

Poco a poco, Don Descontrol empezó a comprender.

"Tal vez... quizás haya un equilibrio. Las reglas no tienen que ser aburridas, pueden hacernos sentir seguros."

Entonces, con la ayuda de los niños y Tita, Don Descontrol decidió que podría llevar paz y diversión al pueblo. Juntos, levantaron el Corazón de las Señales y lo colocaron de nuevo en la piedra mágica. En un instante, todos los colores regresaron y las señales brillaron más que nunca.

El pueblo de Señalito, una vez más, era un lugar seguro y alegre. Agradecidos, los niños abrazaron a Tita.

"¡Gracias, Tita! ¡Fue una aventura increíble!"

"Recuerden que las reglas son como un mapa que nos ayuda a encontrar caminos. Sin ellas, estaríamos perdidos", sonrió Tita, llena de orgullo por sus nuevos amigos.

Desde ese día, Don Descontrol se convirtió en el guardián de las señales y siempre les contaba a los niños todo lo que había aprendido sobre la importancia de las normas de tránsito para vivir en armonía. Y así, en el pequeño pueblo de Señalito, todos aprendieron el valor de las señales de tránsito, y los colores de las señales nunca volvieron a desvanecerse.

FIN.

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