Las sílabas mágicas del bosque



En un lejano pueblo llamado Silabario vivían cuatro amigos muy curiosos: Mariana, Melisa, Moisés y Manuel. Ellos eran inseparables y les encantaba explorar juntos el bosque mágico que rodeaba su hogar.

Un día, mientras jugaban entre los árboles frondosos, encontraron un libro antiguo con letras brillantes en la portada. Curiosos, lo abrieron y descubrieron que estaba lleno de palabras formadas por las sílabas ma, me, mi, mo, mu. - ¡Miren esto! -exclamó Mariana emocionada-. Aquí dice —"mariposa" .

- ¡Y aquí "melodía"! -agregó Melisa señalando otra página. Moisés tomó el libro y leyó en voz alta: —"momento" .

Manuel sonrió y dijo: - ¿Qué les parece si buscamos más palabras por el bosque? Los cuatro amigos asintieron entusiasmados y se adentraron en la aventura de descubrir nuevas palabras. Caminaron entre los árboles cantando canciones alegres y deteniéndose de vez en cuando para leer las señales que encontraban en su camino.

De repente, escucharon un murmullo proveniente de una cueva cercana. Intrigados, se acercaron sigilosamente y vieron a una mamá osa meciendo a sus pequeños cachorros. - ¡Mamá oso! -susurró Mariana emocionada-. Esa es otra palabra con nuestras sílabas especiales.

La mamá osa levantó la mirada al escuchar su nombre y les sonrió amablemente. Los niños sintieron calidez en sus corazones al verla cuidar con tanto amor a sus crías.

Continuaron su recorrido por el bosque hasta llegar a un claro donde encontraron un hermoso manzano cargado de frutas maduras. Se acercaron con cautela y leyeron la palabra grabada en el tronco: —"manzana" . - ¡Qué delicia! -exclamó Melisa mientras tomaba una manzana para compartirla con sus amigos. De repente, escucharon risas provenientes del río cercano.

Se acercaron corriendo y descubrieron a unos simpáticos monos jugando en las ramas de los árboles. - ¡Miren esos monitos traviesos! -dijo Moisés riendo-. Son tan divertidos como nuestra palabra —"mono" .

Los niños pasaron horas observando a los monos saltarines y aprendiendo nuevas palabras cada vez que veían algo interesante en el bosque. Al atardecer, regresaron a casa con el corazón lleno de alegría y la mente llena de nuevas palabras por explorar.

Esa noche, antes de dormir, prometieron seguir aprendiendo juntos cada día más palabras maravillosas que les regalaba el mundo que los rodeaba.

Y así, Mariana, Melisa, Moisés y Manuel se convirtieron en grandes lectores gracias a su amor por las sílabas ma, me, mi mo mu y su eterna curiosidad por descubrir historias ocultas entre las páginas de libros infinitos.

FIN.

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