Las Sirenas de la Piedra Mágica



Era una noche mágica en la casa de Eva. Perros ladraban a la luna y las estrellas brillaban más que nunca en el cielo. Esa noche se celebraba la esperada Fiesta Pijama. Eva había invitado a su abuela Chichi, su Tita Pepi, su prima Silvia y, por supuesto, ¡a su mamá Julia!"¡Bienvenidas, bienvenidas!"

gritó Eva mientras abrazaba a cada una de ellas.

La noche comenzó llena de risas, juegos y cuentos. Pero cuando decidieron jugar al escondite, todo cambió. Eva, que era la que contaba, cerró los ojos y comenzó a contar mientras las demás se dispersaban.

"¡Uno, dos, tres...!"

Cantaba Eva, mientras escuchaba a su prima Silvia reirse detrás del sofá.

Cuando llegó a diez, Eva abrió los ojos y comenzó a buscar a sus cómplices. En cada rincón de la casa había risas y murmullos. Buscando, decidió salir al jardín para ver si podía encontrar a Chichi o a Julia.

Fue entonces cuando algo brilló en el suelo. Una piedra resplandeciente, de colores azules y verdes, estaba media enterrada en la tierra.

"¿Qué será esto?"

se preguntó Eva, mientras se agachaba para tocarla. Al instante, una luz mágica envolvió a la piedra y un destello las iluminó a todas.

De repente, Eva sintió una extraña sensación en su cuerpo. En un parpadeo, todas ellas comenzaron a transformarse. Chichi, Julia, Pepi, Silvia y Eva se miraron asombradas al ver que sus piernas se convertían en hermosas colas de sirena.

"¡¿Qué está pasando? !"

exclamó Tita Pepi, moviendo su nueva cola con asombro.

"¡Estamos en el mar!"

dijo Eva, mientras una ola les salpicaba la cara. Al mirar a su alrededor, se dieron cuenta de que estaban en un hermoso mundo submarino lleno de corales, peces de colores y una increíble luz que iluminaba el fondo del océano.

"¡Miren!"

gritó Silvia, señalando un cardumen de peces que nadaban alegremente.

Las cinco se lanzaron al agua y nadaron juntas, fascinadas por el nuevo entorno. Pero pronto un peligro las acechaba. Un pez globo muy travieso comenzó a jugar con las colas de las sirenas, haciéndolas girar y reír.

"¡Hey! No seas tan travieso, queremos jugar también!"

dijo Julia, riendo.

El pez globo, que se llamaba Gili, las invitó a explorar un antiguo barco hundido. Las sirenas, entusiasmadas, siguieron a Gili, que les mostró muy orgulloso su hogar. Dentro del barco, encontraron tesoros llenos de viejas historias en forma de monedas doradas y joyas.

"¡Esto es increíble!"

dijo Chichi, admirando un brillante collar de perlas.

"Debemos llevar algo de esto con nosotras, pero debemos tener cuidado."

Sin embargo, mientras exploraban, se dieron cuenta de que la marea empezaba a cambiar y comenzaba a oscurecerse. Gili les advirtió que un pulpo gigante, que cuidaba el tesoro, salía a proteger su reino.

"¡Chicas! Necesitamos regresar a la superficie antes de que el pulpo aparezca!"

gritó Julia, sintiendo la ansiedad dentro de su pecho.

Pero antes de que pudieran nadar hacia la luz de la superficie, el pulpo apareció, con tentáculos grandes y una mirada curiosa.

"¿Qué hacen ustedes aquí?"

preguntó el pulpo, sorprendiendo a las sirenas.

"Solo queríamos explorar un poco, nada más..."

dijo Tita Pepi, intentado sonar tranquila.

El pulpo, en vez de enojarse, sonrió y dijo:

"Las aventuras son maravillosas, pero deben tener cuidado y respetar el océano y sus secretos."

Las sirenas comprendieron que, aunque eran divertidas, siempre debían ser responsables en sus aventuras.

Después de una charla amistosa, el pulpo les dijo que podían quedarse un momento más, pero que debían regresar a casa antes de que el sol se ocultara completamente.

"¡Aprovechemos el tiempo!"

dijo Eva.

"Hagamos una promesa: a partir de hoy, siempre cuidaremos el mar y sus criaturas. ¡Seremos las guardianas del océano!"

Así, con el corazón lleno de emoción y la nueva responsabilidad, las amigas se despidieron de Gili y del pulpo antes de regresar a la superficie. Al tocar el agua, una vez más, el resplandor de la piedra mágica las envolvió y, tras un destello brillante, se encontraron en el jardín, con sus piernas humanas nuevamente.

"¡Fue una aventura maravillosa!"

exclamó Julia, abrazando a Eva.

"Y hemos aprendido algo muy importante."

"Sí, ¡el mar es nuestro amigo y debemos cuidarlo!"

dijo Chichi, con voz sabia.

Desde entonces, cada vez que escuchan el murmullo de las olas, saben que una parte de ellas siempre será sirena, protectoras del mar y sus secretos. Y, por supuesto, siempre estarían listas para otra aventura.

Fin.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!