Las Sombras de la Calle Oscura



Era un día soleado, y Valentina y su amiga Lola habían estado tan entretenidas en la clase de arte que no se dieron cuenta de que el tiempo había volado. Las luces del colegio se apagaron y, cuando salieron al patio, la tarde ya se había transformado en noche.

- ¡Ay, no! – exclamó Valentina, al ver la oscuridad que las rodeaba.

- No te preocupes, Valen. Vivimos cerca, no es tan lejos – respondió Lola, tratando de mantenerse tranquila.

Mientras daban sus primeros pasos por la calle, el viento comenzó a soplar, trayendo consigo un extraño silencio. Fue entonces cuando dos sombras se dibujaron frente a ellas, emergiendo de entre la oscuridad. Eran grandes, con formas difusas y temibles.

- ¡Valen, mirá! – gritó Lola, asustada.

- ¡Huyamos! – dijo Valentina, pero antes de que pudieran moverse, una sombra habló:

- No tengan miedo. Solo buscamos compañía en esta noche tan solitaria.

Las niñas se miraron confundidas.

- ¿Ustedes hablan? – preguntó Valentina, tentando a su curiosidad.

- Claro que sí, nos llamamos Lúcia y Sombra. Nosotros somos parte de la noche, pero también de las historias que se cuentan. – dijo la sombra más baja, que parecía un poco menos aterradora.

- Todos tienen miedo de nosotros porque nos ven de lejos. Pero en realidad, somos amigos de los que se animan a conocernos – explicó Lúcia.

- ¿Amigos? – preguntó Lola, todavía nerviosa.

- Así es. Nos encantaría mostrarles lo que hay en la oscuridad. La noche puede ser divertido – dijo Sombra.

- Pero, ¡nos da miedo! – dijo Valentina, su voz temblando.

- Entendemos. La oscuridad puede parecer aterradora, pero también es un lugar donde se puede explorar lo desconocido. Vengan con nosotros, y descubrirán lo que hay detrás de nuestros sueños.

Después de unos momentos de duda, la curiosidad ganó a la incertidumbre. Valentina y Lola decidieron seguir a Lúcia y Sombra. Al avanzar, las sombras se fueron transformando en coloridos destellos que danzaban, formando figuras que parecían contar historias.

- ¡Miren! – exclamó Valentina al ver cómo las sombras proyectaban cuentos sobre un gran muro: un caballero luchando con dragones, una princesa que volaba sobre un arco iris, un barco viajando entre estrellas. – Esto es increíble, ¡no es aterrador en absoluto!

- Lo que vemos de noche puede ser tan mágico como lo que vemos de día – comentó Lúcia.

- Y a veces, nuestro miedo desaparece cuando nos atrevemos a mirar más de cerca – agregó Sombra.

Así, las niñas empezaron a reír y a danzar junto a sus nuevas amigas. Durante la noche, descubrieron que la oscuridad no solo es misteriosa, sino que también está llena de posibilidades y aventuras.

Finalmente, después de recorrer los hermosos misterios de la noche, Valentina se dirigió a sus nuevas amigas:

- ¡Esto ha sido maravilloso! Pero, ¿cómo regresamos a casa?

- No se preocupen. Solo sigan el camino de las estrellas, ellas les mostrarán el camino – respondió Lúcia.

- ¡Hasta luego, amigas! – gritaron Valentina y Lola mientras se alejaban.

De vuelta a casa, Valentina y Lola se sintieron más valientes y seguras.

- Nunca pensé que la oscuridad podría ser tan hermosa – dijo Lola sonriendo.

- Sí, hay que recordar que a veces lo que nos asusta puede ser solo una oportunidad para descubrir algo nuevo – respondió Valentina mientras caminaban.

Y así, las dos amigas aprendieron una valiosa lección: que enfrentarse a los miedos puede llevar a experiencias y amistades inesperadas. Desde ese día, cada vez que cae la noche, Valentina y Lola miran hacia las sombras, recordando que en la oscuridad también hay luz.

Y así, la noche dejó de ser solo un momento de miedo para convertirse en el inicio de grandes aventuras y, sobre todo, de grandes sueños.

FIN.

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