Las Sombrillas de Condega



En un pequeño pueblo llamado Condega, donde el sol brillaba intensamente y la brisa soplaba de manera juguetona, se encontraban las sombrillas más coloridas del mundo. Martita, una niña curiosa y llena de sueños, siempre había sentido una conexión especial con las sombrillas, que decoraban cada esquina del pueblo. Cada sombrilla contaba una historia, y Martita estaba decidida a descubrirlas todas.

Un día, mientras exploraba el mercado, Martita se encontró con un anciano que vendía sombrillas de diferentes colores y tamaños.

"¿Por qué hay tanto color en sus sombrillas?" - le preguntó Martita con sus ojos brillantes.

"Cada color tiene un significado, pequeña. La roja representa la valentía, la azul la tranquilidad, la amarilla la alegría, y así sucesivamente."

Martita decidió que quería hacer una sombrilla que representara a Condega, pero no sabía por dónde empezar. Así que decidió buscar ayuda.

Buscó a su amiga Sofía, que era una gran artista. "Sofía, ¿podrías ayudarme a crear una sombrilla que represente la alegría de nuestro pueblo?" - propuso Martita.

Sofía sonrió y asintió. "¡Claro, será divertido! Pero debemos incluir a todos en este proyecto. Así la sombrilla tendrá el color y la alegría de cada uno de los habitantes de Condega."

Ambas chicas comenzaron a recorrer el pueblo, conversando con los vecinos, cada uno les contaba lo que la alegría significaba para ellos. Don Ramón, el panadero, decía: "La alegría está en compartir el pan recién horneado con mis amigos."

La señora Elvira, que tenía un hermoso jardín, exclamaba: "Mis flores me hacen sentir alegría, especialmente cuando las comparto."

Martita y Sofía recopilaban todos los deseos y emociones de su gente. Luego, llevaron estas historias a su taller y comenzaron a pintar. Usaron todo lo que les habían contado: en la sombrilla había trocitos de pan pintados, flores de todos los colores, y blandas nubes que representaban los sueños de los niños.

Sin embargo, cuando pensaban que todo estaba listo, una fuerte tormenta se desató en el pueblo. Al día siguiente, cuando salió el sol, Martita y Sofía miraron su sombrilla y se dieron cuenta de que muchos colores se habían desvanecido. Estaban desoladas.

"¡Oh no! Todo el trabajo que hicimos se ha perdido!" - exclamó Martita.

Pero en ese momento, su vecino, el músico del pueblo, se acercó y les dijo: "No te preocupes, chicas. A veces, las tormentas hacen que las cosas se vean distintas. ¿Qué les parece si invitamos a todo el pueblo a colaborar para restaurar su sombrilla?"

Las chicas se miraron emocionadas. "¡Sí! ¡Esa es una gran idea!" - respondieron al unísono.

Así, de nuevo, empezaron a recorrer el pueblo, pero esta vez no solo para recoger historias, sino también para reunir a todos en un taller colectivo. Cada persona repintó su parte, llenando la sombrilla con más colores y risas. El ambiente se llenó de música y alegría, y el pueblo entero participó.

Finalmente, la sombrilla quedó más hermosa de lo que jamás habían imaginado. El día de su inauguración, todo Condega se reunió en la plaza. Martita estaba nerviosa, pero también muy emocionada.

"¡Gracias a todos por ayudarnos a dar vida a esta sombrilla! Cada uno de ustedes está representado aquí, en lo más colorido de Condega!" - dijo Martita.

Y así, la sombrilla se convirtió no solo en un símbolo de alegría, sino también en un recordatorio de que juntos podían superar cualquier obstáculo. Desde ese día, la sombrilla lucía en la plaza del pueblo, alegrando el corazón de todos los que pasaban por allí, y recordándoles que la verdadera alegría nace de la unión y el trabajo en equipo.

FIN.

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