Las sorpresas de Tomás
Había una vez un gato llamado Tomás que vivía en una hermosa casa con su dueña, Clara. Un día, mientras Tomás jugaba en el jardín, vio a una pequeña arañita tejiendo su tela justo al lado de la ventana.
Tomás era muy curioso y se acercó lentamente para observarla mejor. La arañita parecía estar haciendo travesuras y molestando a las demás criaturas del jardín. Sin pensarlo dos veces, Tomás decidió atraparla para evitar que continuara causando problemas.
Con gran destreza, el gato saltó sobre la araña y la capturó con sus patitas. Estaba muy orgulloso de sí mismo por haber detenido a esa traviesa arañita.
Pero lo que no sabía era que la araña tenía una sorpresa guardada: ¡tenía muchos hijitos! Justo cuando iba a darle un zarpazo final a la araña, escuchó unos pequeños chillidos provenientes de su captura.
Sorprendido, soltó rápidamente a la mamá araña y vio cómo salían corriendo unas diminutas crías. Las pequeñas arañitas estaban asustadas y confundidas sin su madre cerca. Tomás se dio cuenta de lo mal que había actuado al querer lastimarlas sin saberlo. Se sintió muy culpable por sus acciones impulsivas.
Entonces, el gato decidió hacer algo para ayudar a las indefensas crías de la araña mala. Se acercó lentamente hacia ellas y les habló con ternura: "Hola pequeñas arañitas, lamento mucho haber asustado a su mamá.
No era mi intención lastimarla, solo quería proteger a los demás animales del jardín". Las arañitas lo miraron con miedo al principio, pero poco a poco fueron sintiendo confianza en el gato.
Tomás les explicó que no todas las arañas eran malas y que ellas también podían ser buenas para el jardín. Juntos, Tomás y las arañitas decidieron hacer un pacto de convivencia pacífica en el jardín.
El gato prometió no molestarlas ni lastimarlas nunca más, mientras que las arañitas se comprometieron a no asustar a los demás animales y a tejer sus telas lejos de las ventanas. Con el tiempo, Tomás y las arañitas se hicieron amigos inseparables.
Las pequeñas criaturas demostraron ser muy útiles para mantener alejados a los insectos dañinos del jardín. Además, todos los animales del lugar aprendieron que no debían dejarse llevar por las apariencias y que cada ser vivo tiene su propósito en la naturaleza.
Desde aquel día, Tomás comprendió la importancia de pensar antes de actuar y aprender sobre los demás antes de juzgarlos. Todos podemos cometer errores, pero siempre hay una oportunidad para rectificar y convertirnos en mejores personas.
Y así fue como Tomás aprendió una valiosa lección: nunca subestimes a nadie por su apariencia o comportamiento inicial; todos merecen una segunda oportunidad para mostrar quiénes son realmente en su interior.
FIN.