Las Tardes de Amanda



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía Amanda, una mujer mayor llena de historias y recuerdos. Su casa, adornada por coloridas flores en el jardín, era el lugar donde los niños del barrio solían reunirse para escuchar relatos de aventuras.

Un día, mientras se acomodaba en su sillón favorito, Amanda decidió mirar por la ventana y dejar que la nostalgia la envolviera.

"Ah, cómo me gustaría volver a esos días", suspiró, recordando su infancia. En ese momento, escuchó el sonido de risas que provenía de afuera. Intrigada, salió al jardín y vio a un grupo de chicos jugando a la pelota.

"¡Hola, Amanda!" - gritó Tomás, el más pequeño del grupo. "¿Nos contás una historia?"

Amanda sonrió y se acomodó en su silla de mecedora.

"Claro, pero esta vez será diferente. Hoy vamos a viajar juntos al pasado", les dijo, guiñando un ojo. Los niños aplaudieron de emoción.

De repente, en un destello de luz, los niños se encontraron en un campo lleno de flores de colores y mariposas revoloteando. Amanda parecía más joven, con una risa despreocupada.

"Bienvenidos a mi infancia", dijo Amanda, señalando un grupo de chicos que hacían una carrera de sacos. "Eran tardes llenas de juegos y risas. ¡Intentémoslo nosotros también!"

Los niños se llenaron de energía y comenzaron a correr, mientras Amanda los animaba. Después de varias caídas y risas, se detuvieron a descansar bajo un árbol gigante.

"¿Cuál era tu juego favorito, Amanda?" - preguntó Lila, una de las niñas.

"Me encantaba jugar a las escondidas. Podías ser lo que quisieras... incluso la más valiente de todas", respondió, recordando sus travesuras.

"¿Y cómo se jugaba?" - preguntó un niño curioso.

"¡Vengan! Les enseño", dijo Amanda, alzando la mano para que la siguieran. Juntos jugaron a las escondidas, y no podían parar de reír cada vez que uno de ellos era encontrado.

Luego se sentaron a merendar, disfrutando de los bocadillos que Amanda había traído.

"¿Te gustaría volver a vivir esos días?" - preguntó nuevamente Tomás, con los ojos brillantes.

"A veces, pero también me alegra el presente. Cada momento cuenta. Puedo compartir mis recuerdos con ustedes ahora, y eso es un regalo", contestó Amanda, sonriendo con cariño.

Con el tiempo transcurriendo, los niños comenzaron a notar que el cielo se oscurecía y sabía que era hora de volver.

"¡No se vayan todavía!" - suplicó Lila.

"No se preocupen, siempre guardarán mis historias en sus corazones", dijo Amanda mientras el mágico momento empezaba a desvanecerse.

De regreso en el jardín, los niños estaban asombrados.

"¡Fue increíble! Podemos jugar y crear nuestras propias historias", dijo Tomás emocionado.

"Sí, y cuando se lo contemos a otros, ellos también podrán compartirlos", agregó Lila, llena de inspiración.

Con sus corazones llenos de alegría, se despidieron de Amanda.

"Gracias, Amanda. Siempre recordaré esta aventura", dijo Tomás.

"¡Volveremos a jugar!" - prometieron todos al unísono.

Amanda, sola nuevamente en su jardín, sonrió. Entendió que los recuerdos del pasado eran importantes, pero lo que realmente importaba era compartir esos momentos con las nuevas generaciones. Y así, se acomodó en su silla, lista para contar más historias, mientras el sol comenzaba a ponerse, colmando el cielo con un hermoso tono anaranjado.

Y así, Amanda comprendió que el tiempo se podía mezclar, y que aunque los días pasados ya no volvían, los nuevos siempre traían la promesa de nuevas aventuras por vivir en el presente y en el futuro.

Las tardes de Amanda continuaron siendo un lugar mágico, donde cada niño que pasaba sabía que llevaría consigo un pedacito de su historia y un montón de sueños por cumplir.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!