Las Trampas de Jack para Conocer a Santa Claus



Era una fría noche de diciembre en la ciudad de Buenos Aires. Jack, un niño de ocho años, estaba decidido a conocer a Santa Claus. Todos sus amigos hablaban de lo fantástico que sería ver a Santa en persona, y Jack no quería ser la excepción. Así que se le ocurrió un plan muy original: colocar trampas en toda la casa para atrapar a Santa.

"Voy a hacer la mejor trampa de todos los tiempos", pensó emocionado. Jack comenzó a recolectar materiales: cajas, cuerdas, papel de regalo y unos galletitas que había horneado con su mamá para atraerlo.

Primero decidió colocar una trampa en la chimenea.

"Si creo una red con estos globos y cuerdas, seguro que Santa no podrá salir volando sin caer en ella"", murmuró mientras trabajaba.

Su hermana, Ana, que estaba viendo todo desde la puerta de la cocina, interrumpió.

"¿Estás loco, Jack? Si lo atrapas, no va a poder entregar los regalos a los demás niños!"

"Pero eso es solo un momento, Ana. El resto del tiempo será de él, y yo seré su amigo", respondió él sonriendo.

Siguió con su plan y colocó más trampas: una en la sala, otra junto al árbol de Navidad y hasta en la cocina. Una vez que todo estuvo listo, Jack se sentó a esperar.

Con un plato lleno de galletitas, se acomodó en su sillón favorito. Pasaron las horas y estaba cada vez más ansioso.

"Tal vez debería haberme quedado con la idea de escribirle una carta..." pensó.

De pronto, en la casa se oyó un ruido. Un fuerte crujido provenía de la sala. ¡Era el momento de la verdad! Pero al acercarse, vio que en lugar de Santa, había un pequeño inconveniente.

Era su gato, Pelusa, atrapado en una de las trampas.

"¡No, Pelusa! ¡Salí de ahí!", gritó Jack mientras corría hacia su gato. Con mucho cuidado, liberó a su amigo animal.

"A veces creo que no me entiendes. Lo último que quiero es lastimarte, amigo", le dijo, acariciándolo.

En ese momento, mientras la noche avanzaba, una idea surgió en la mente de Jack.

"¡Ya sé! En lugar de atrapar a Santa, puedo hacer algo mejor. Puedo ayudarle a cumplir su misión!"

Así que, rápidamente, quitó las trampas y decidió preparar algo especial para el hombre de la barba blanca. Junto con Ana, prepararon una mesa llena de galletitas y un vaso de leche, y dejaron una nota.

"Querido Santa, aquí hay algo para ti mientras trabajas, gracias por traernos alegría. Con amor, Jack y Ana".

Cuando terminaron, Jack sintió una felicidad que nunca había imaginado.

"Creo que ahora es más probable que venga a visitarnos, ¿no crees?" preguntó a su hermana.

"Sí, Jack. Lo hiciste bien. Santa estará orgulloso de ti".

Esa noche, Jack se fue a dormir con el corazón lleno de esperanza y emoción. Mientras tanto, las estrellas brillaban en el cielo.

Al día siguiente, al despertar, Jack no podía creer lo que vio. Junto al árbol había un regalo envuelto en un brillante papel rojo.

"¡Mirá, Ana! ¡Es un regalo de Santa!"

"¡Increíble! Y además, mirá lo que hay en la mesa", respondió Ana.

En el centro de la mesa, junto a los restos de las galletitas, había una pequeña nota.

"Queridos Jack y Ana, gracias por la rica merienda. Nunca olviden que la verdadera magia está en dar y compartir alegría. ¡Feliz Navidad! - Santa Claus".

Jack sonrió, comprendiendo que el verdadero significado de la Navidad no era solo recibir, sino también dar y compartir. Esa noche, había aprendido una gran lección: a veces, las mejores amistades florecen cuando dejamos de pensar en nosotros mismos y comenzamos a pensar en los demás. Y así, Jack esperó cada año a Santa con una sonrisa, pero esta vez con el corazón abierto para darle sin esperar nada a cambio.

FIN.

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