Las travesuras de Colo y Von


Había una vez un niño llamado Colo que vivía en el pequeño pueblo de Napenay, en la provincia de Chaco, Argentina. Colo era un niño muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba por el bosque cercano a su casa, Colo encontró un perro abandonado. El perro tenía un aspecto muy peculiar: tenía las patas traseras más cortas que las delanteras.

A pesar de su apariencia extraña, Colo decidió llevarlo a casa y cuidarlo. Colo nombró al perro Von y pronto se convirtieron en los mejores amigos. Juntos jugaban todo el tiempo y exploraban cada rincón de Napenay.

Sin embargo, había algo especial acerca de Von: ¡le encantaba comer ojotas! Cada vez que veía unas ojotas por ahí, no podía resistirse a morderlas y devorarlas. Colo sabía que esto era un problema porque muchas veces las personas se enfadaban cuando descubrían sus ojotas rotas.

Así que decidió enseñarle a Von buenos modales para que dejara de comerse las ojotas. Un día, mientras caminaban por el centro del pueblo, vieron una tienda con una gran oferta de ojotas coloridas en su escaparate.

Era casi imposible resistirse a tanta tentación para Von. Pero esta vez Colo tenía una idea brillante. —"Von" , le dijo Colo con voz firme pero cariñosa, "sé lo tentadoras que son esas ojotas para ti, pero debes aprender a controlarte".

Von miró fijamente a Colo con sus grandes ojos y asintió con la cabeza, como si entendiera lo que Colo le estaba diciendo. "Vamos a hacer un trato", continuó Colo.

"Si logras resistirte a comer cualquier ojota durante una semana entera, te llevaré al parque de diversiones el próximo domingo". Von ladró emocionado y movió su cola rápidamente, mostrando su acuerdo con el trato. Así comenzó la semana de entrenamiento para Von.

Colo lo llevaba todos los días al centro del pueblo donde había muchas ojotas tentadoras. Cada vez que Von intentaba acercarse a ellas, Colo lo detenía y le recordaba sobre el trato que habían hecho. Los días pasaron y Von se esforzó mucho por resistirse a las ojotas.

A pesar de todas las dificultades, no cedió ante la tentación. Al final de la semana, ambos estaban muy orgullosos de sí mismos. El domingo llegó y Colo cumplió su promesa llevando a Von al parque de diversiones.

Jugaron en los juegos mecánicos, se subieron en los carruseles y comieron algodón de azúcar mientras reían juntos. Colo aprendió una valiosa lección sobre la importancia del autocontrol y cómo superar sus debilidades.

Y Von aprendió que podía resistir cualquier tentación si se lo proponía. Desde aquel día, nunca más volvió a comerse ninguna ojota. En cambio, se convirtió en un perro muy disciplinado y obediente.

Y así fue como Colo y Von demostraron que con paciencia, perseverancia y amor incondicional uno puede superar cualquier obstáculo en la vida. Juntos, lograron convertir una debilidad en una fortaleza y vivieron aventuras increíbles en su querido pueblo de Napenay.

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