Las travesuras de la bruja Pachula



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, vivía una bruja muy especial llamada Pachula. A diferencia de las brujas de los cuentos, Pachula no volaba en escobas ni lanzaba hechizos malvados. Estaba siempre llena de ideas locas y traviesas. Su pelo era de un verde brillante y su vestido, de color turquesa, reflejaba el cielo en los días despejados.

Un día, mientras jugaba con sus colores mágicos, Pachula decidió hacer una travesura. "Voy a llenarle la plaza de globos voladores a los chicos del pueblo", dijo con una sonrisa traviesa. Sin embargo, lo que no sabía era que, al hacerlo, los globos se elevarían tan alto que se perderían en el cielo.

Cuando los niños de la sala turquesa, un grupo de amigos inseparables, llegaron a jugar, vieron la plaza llena de globos. "¡Mirá eso!", exclamó Lila, una niña de cabellos rizados. "¡Son una montaña de globos! ¿Cómo vamos a jugar?", preguntó Tomi, el más inquieto del grupo.

Pachula apareció de repente, riendo y con un brillo travieso en sus ojos. "¡Hola, niños! Fue una idea genial, ¿no creen?".

Pero los niños estaban preocupados. "Los globos son hermosos, pero si se van volando, nunca podremos jugar con ellos", dijo Emma, una niña muy sensata.

Pachula se sintió un poco mal por causar ese problema. "Tienes razón, Emma. Necesito su ayuda para solucionarlo. Si logramos bajar los globos, podremos hacer la mejor fiesta del mundo".

Los niños pensaron durante un momento. "¿Y si hacemos un gran letrero que diga 'Globos mágicos, vengan a jugar' y lo colgamos en el árbol más alto? ¿Quizás eso los atraiga?", sugirió Tomi.

"¡Es una idea brillante!", gritó Pachula emocionada. Los niños se pusieron manos a la obra. Con papeles de colores, tijeras y muchos dibujos, hicieron un gran cartel. Cuando terminaron, Pachula los ayudó a treparse al árbol más alto del parque y colocar el letrero.

Mientras tanto, en una nube sobre el pueblo, los globos flotaban, bailando con el viento. De pronto, uno de ellos vio el cartel que decía “¡Globos mágicos, vengan a jugar! ” y empezó a moverse hacia él. Los demás globos, curiosos, lo siguieron.

"¡Miren! ¡Viene uno!", gritó Lila emocionada. Y así, uno a uno, los globos comenzaron a descender, y pronto la plaza quedó llena de ellos nuevamente.

Los niños festejaron y comenzaron a jugar con los globos que ya estaban a su alcance. "¡Esto es increíble!", exclamó Emma, balanceando un globo en su cabeza.

Pachula, llena de gratitud, se unió a ellos. Sin embargo, la aventura no había terminado. De repente, un pequeño globo quedó atascado en la cima de la torre de la iglesia del pueblo. "¿Cómo lo bajamos ahora?", se preguntó Lila.

"¿Y si llamamos al dueño de la tienda de globos? Él tiene un largo palo para alcanzarlo", sugirió Tomi nuevamente.

La bruja Pachula movió su mano y, de repente, un teléfono mágico apareció. Ella lo tomó y lo usó para comunicar a la tienda. "¡Hola, señor Gloria! Necesitamos tu ayuda. Hay un globo atascado en la torre. ¿Podría venir con su palo?"

El señor Gloria, con su gran corazón, llegó rápidamente. "No se preocupen, chicos. ¡Vamos a bajarlo juntos!", dijo mientras extendía su largo palo. Con un par de movimientos precisos, logró alcanzar el globo y lo trajo de vuelta a los niños.

"¡Gracias, Señor Gloria!", gritaron todos, llenos de alegría.

Finalmente, la plaza estaba llena de risas y globos, y Pachula se sintió muy feliz por haber aprendido una importante lección: a veces, las travesuras pueden tener consecuencias inesperadas, pero con la ayuda de los amigos, siempre se pueden encontrar soluciones.

"La próxima vez que tenga una idea alocada, pediré ayuda desde el principio", dijo Pachula con una sonrisa. Y así, la bruja Pachula y los niños de la sala turquesa se convirtieron en grandes amigos, siempre listos para la próxima aventura.

Y así, el pueblo nunca volvió a ser el mismo, gracias a una bruja traviesa y un grupo de niños que aprendieron que la colaboración y la amistad son muy poderosas.

FIN.

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