Las Travesuras de las Hermanas Vocales
En el colorido País de las Letras, donde las palabras danzan y los libros cantan, vivían cinco hermanitas muy traviesas: la A, la E, la I, la O y la U.
Cada día, sus travesuras llenaban el aire de risas y juegos, pero a la hora de ayudar a su mamá, Doña Vocal, solían esconderse. Doña Vocal era una mamá cariñosa, pero también un poco cansada de buscar a sus hijitas por todos los rincones.
"- ¡Aaa, eee, iii, ooo, uuu!" llamaba ella, su voz resonando en el aire.
Las hermanas, divertidas, se escondían detrás de libros, en virtud de las palabras y bajo un montón de hojas. "- ¡Shhh! No dejemos que nos encuentre, A!" decía la E, mientras reía.
Pero esta vez, Doña Vocal decidió que ya era suficiente. Quería enseñarles lo importante que era jugar, pero también ayudar, así que se armó de valentía y preparó un plan.
Esa noche, las hermanas decidieron jugar a las escondidas en el jardín, justo al lado de un gran árbol. Mientras la A se escondía detrás del tronco, la U se colocó en una maceta de flores.
"- Este juego no tiene fin, ¡no hay forma de que nos encuentre!" rió la I. Pero, mientras reían, la tierra comenzó a temblar.
"- ¿Qué fue eso?" preguntó la O asustada.
De repente, un grupo de letras mayúsculas apareció del otro lado, lideradas por la imponente letra B. Con su tronco robusto y su voz fuerte, B exclamó: "- ¡Hola, hermanitas! ¡Venimos a jugar! Pero si quieren jugar, deben ayudar primero a Doña Vocal, que no puede encontrarlas!"
Las hermanitas se miraron entre sí, un poco renuentes, pero cuando vieron a su mamá inquieta en el horizonte, comenzaron a sentir un cosquilleo de remordimiento.
"- ¡Okay, vamos!" dijo la O, convencida. Juntas, se acercaron a Doña Vocal.
"- ¡Mamá! ¡Ya volvimos!" gritaron.
Doña Vocal sonrió al ver a sus hijitas apareciendo mágicamente. "- Chicas, ¿dónde estuvieron?" dijo ella, aliviada.
La A, siempre la más extrovertida, respondió: "- ¡Estábamos escondidas porque queríamos divertirnos!"
"- Pero también queremos ayudar, mamá!" agregó la I.
Doña Vocal brilló de felicidad. «- Está bien, ¿por qué no jugamos a ayudar?" propuso.
Así, las hermanitas vocales se pusieron a la obra, armaron palabras para formar frases, juntaron letras perdidas en el jardín, y llamaron a sus amiguitos, las consonantes, para que se unieran a su juego. Todos juntos realizaron un gran mural de palabras coloridas en el suelo, lleno de creatividad y amistad.
Cuando la tarde llegó a su fin, y el cielo pintó de anaranjado, Doña Vocal abrazó a sus hijas, orgullosa de la hermosa obra que habían creado juntas.
"- Recuerden, mis amores, que jugar es divertido, pero ayudar también trae alegría," les recordó.
Las hermanitas sonrieron, ahora sabían que cada travesura podía tener su lugar en el juego de las letras, siempre que no se olvidaran de colaborar con su mamá.
Y así, el peligroso juego se convirtió en un divertido trabajo en equipo; las hermanas, desde ese día, siempre ayudaban a su mamá antes de salir a jugar.
Porque en el País de las Letras, la diversión y la colaboración siempre iban de la mano.
FIN.