Las travesuras de Martín y el día del gran malentendido
Martín era un niño muy curioso, a quién le encantaba explorar y hacer travesuras. En el colegio, sus compañeros lo conocían como el rey de las bromas. Un día, mientras jugaban en el patio, Martín decidió esconderse detrás de un árbol.
"¡Miren! Voy a hacer que el profesor se asuste cuando pase por aquí!" - les dijo a sus amigos con una sonrisita traviesa.
Se preparó, y cuando el profesor se acercó, Martín salió corriendo gritando una palabra inventada. Todos los niños rieron, menos el profesor, que no entendía el chiste.
Sin embargo, las travesuras de Martín no se limitaban al colegio. En casa, le gustaba jugarle bromas a su hermana menor, Clara. Una mañana, se le ocurrió esconder su muñeca favorita en el armario.
"¡Clara! No sé dónde está tu muñeca! Debe haberse escapado por la ventana" - le dijo Martín, haciendo una cara de inocencia.
Clara, al borde de las lágrimas, lo miró con una mezcla de confusión y enojo.
"¿Por qué siempre haces esto, Martín?" - preguntó ella, mientras buscaba por toda la casa.
Martín, aunque disfrutaba de estas travesuras, no podía evitar sentirse un poco mal por su hermana.
Un día, mientras estaba en su casa, escuchó a sus vecinos discutir. Decidió salir y ver qué era lo que pasaba. Resulta que el gato de la señora Elena había desaparecido y ella estaba muy angustiada.
"¡Seguro que se lo llevó mi perro!" - decía la señora Elena, señalando a Martín, que estaba cerca.
Martín, que no había tenido nada que ver, se sintió preocupado. Pero en lugar de explicarse, le dio un guiño a su perro que estaba jugueteando. Sin embargo, la tensión en la comunidad creció cuando el gato apareció, ¡con un montón de plumas pegadas en su pelaje!
Al día siguiente, en el colegio, Martín llegó con una actitud diferente. Se dio cuenta de que sus travesuras podían tener consecuencias y que ser culpable de algo que no había hecho era muy injusto. Pero para su sorpresa, sus amigos comenzaron a murmurar.
"¿Vieron cómo salió corriendo ayer Martín cuando dijeron que el gato había desaparecido?" - decía uno.
Martín estaba confundido y al mismo tiempo asustado. Al terminar las clases, su mamá lo esperó en la puerta. La mirada de decepción en su rostro fue un puñetazo en el estómago.
"¿Por qué no me dijiste lo que estaba pasando? Yo siempre confío en ti, Martín. Estoy muy triste" - le dijo ella mientras se abrazaba a él.
Martín sintió un nudo en su garganta. Quería llorar. Había sido un pillín, sí, pero nunca quiso que su mamá se sintiera así por su comportamiento. La tristeza de su madre lo hizo reflexionar.
Esa noche, decidió que iba a hacer algo diferente. Se sentó con su mamá y le contó todo lo que había pasado, incluso sus travesuras.
"Mamá, no fui yo. Puedo parecer un pillín, pero no soy un mentiroso. Me preocupa que pienses eso de mí" - le dijo Martín, sorprendiéndola.
Su mamá lo miró con una mezcla de sorpresa y orgullo.
"Gracias por ser honesto, Martín. Eso es lo más importante. No importa las travesuras, siempre podemos resolver todo hablando" - le explicó ella, sonriendo nuevamente.
Al día siguiente, Martín decidió ir a la casa de la señora Elena para pedirle disculpas por el malentendido. Llamó a la puerta, y cuando ella salió, se sentó con ella en el jardín.
"Señora Elena, lo siento mucho. No fui yo quien perdió su gato. Pero si lo hubiera visto, lo habría ayudado a encontrarlo" - dijo trabajando en su humildad.
La señora Elena, sorprendida por la sinceridad de Martín, sonrió.
"Gracias, querido. A veces las cosas pueden malinterpretarse. Eres un buen niño, Martín" - respondió ella.
Desde ese día, Martín se convirtió en el niño que hacía travesuras, pero también era el primero en pedir disculpas. Aprendió que ser honesto y asumir la responsabilidad por sus actos era más importante que el momento de risa que pudiera crear. Así que, aunque seguía siendo un pillín, ahora lo hacía con una sonrisa y una lección en su corazón.
FIN.