Las travesuras de Nacho y Tula



Era un hermoso día soleado en la casa de Clara, donde vivía un perro salchicha llamado Nacho y una tortuga llamada Tula. Aunque eran muy diferentes, eran los mejores amigos del mundo y siempre estaban buscando la próxima gran aventura.

"¿Qué vamos a hacer hoy, Tula?" - le preguntó Nacho, moviendo su colita con emoción.

"No sé, Nacho. Pero la última vez hicimos un lío gigante en la cocina. Tal vez podríamos hacer algo diferente esta vez" - sugirió Tula, con su voz suave y tranquila.

Esa mañana, Clara había dejado algunas cajas en el pasillo para organizar. Nacho observaba con curiosidad mientras olfateaba una de las cajas.

"¡Mirá eso!" - exclamó Nacho con los ojos brillantes. "Podemos usarlas para hacer un fuerte. ¡Imaginate! Un fuerte donde podamos escondernos de los monstruos".

"¿Monstruos? ¡No existen! Pero estoy de acuerdo, podría ser divertido. Solo tenemos que tener cuidado para que Clara no se entere" - dijo Tula, un poco preocupada, pero emocionada por la idea.

Así que empezaron a mover las cajas, unas sobre otras, haciendo un gran fortín en el centro del salón. Agachándose y arrastrándose, se aseguraron de que las cajas estuvieran bien apiladas. Mientras tanto, el fuerte fue tomando forma. Pero el verdadero problema comenzó cuando, al intentar subirse a uno de los cuadros, Nacho perdió el equilibrio y cayó en un estante lleno de adornos.

"¡PLOF!" - resonó el estruendo de platos cayendo al suelo.

"¡Ay, Nacho! ¡Eso fue muy ruidoso! Clara va a escucharnos" - dijo Tula, becando la cabeza con preocupación.

Rápidamente, intentaron recoger los fragmentos y los adornos. Sin embargo, no eran lo suficientemente rápidos. Los pasos de Clara resonaron por la casa y, al entrar al salón, quedó sorprendida por el desastre.

"¡Chicos! ¿Qué pasó aquí?" - preguntó Clara con una mezcla de sorpresa y risas.

"Ehh... estábamos... eh... explorando" - dijo Nacho, tratando de dar una mirada atractiva. "Claro, siempre quise ser un arqueólogo por un día".

Clara no pudo evitar reírse.

"A ver, exploradores, ¡tienen que aprender a ser más cuidadosos!" - exclamó mientras ayudaba a recoger los fragmentos de cerámica y los adornos. "Una aventura no tiene que terminar en desastre".

Pero la historia no terminó ahí. Aunque Clara estaba un poco enojada, vio el lado divertido de la travesura. Al terminar de limpiar, decidió que no serian arqueólogos por hoy... pero podrían ser artistas.

"Vamos a hacer un proyecto juntos, ustedes dos. ¡Una obra de arte!" - dijo Clara. "Tienen un excelente sentido de la diversión, ¡ahora a canalizar eso en algo creativo!"

Tula y Nacho se miraron emocionados. Así que Clara sacó pinturas, pinceles y papeles.

"¡Sí! ¡Nos encantan las manualidades!" - ladró Nacho lleno de energía.

"Esto será muy divertido. ¡Manos a la obra!" - se animó Tula, ya imaginando los colores brillantes.

Cuando terminaron, su muro de arte era una explosión de colores: huellas de patas de perro, círculos de pizarra, manchas de pintura y dibujos hechos por la tortuga. Clara sonrió, observando lo que habían creado.

"Es hermoso, pero ¿saben qué? La próxima vez, podrían usar colores, pero ¡traten de no causar caos por toda la casa!" - dijo, riendo.

A partir de ese día, Nacho y Tula aprendieron que se puede tener aventuras sin causar desastres y que cada travesura podría transformarse en algo hermoso si uno ponía manos a la obra. Y así, su amistad creció, llena de risas, aventuras y, lo más importante, ¡arte!

Desde entonces, cada vez que querían hacer algo travieso, pensaban primero en lo que su dueña podría decir y siempre encontraban maneras de divertirse sin causar problemas. Así, aprendieron no solo a disfrutar de su amistad, sino también a ser un poco más responsables.

FIN.

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