Las travesuras de Nicol y el jardín mágico



En un pequeño barrio de Buenos Aires, había una niña llamada Nicol que tenía una imaginación desbordante. Le encantaba jugar y, a menudo, sus juegos se convertían en travesuras. Aunque Nicol era una buena chica, a veces sus travesuras llevaban a situaciones inesperadas.

Un día, mientras exploraba el jardín de su vecino Don Manuel, un anciano amable que tenía un hermoso jardín lleno de flores, Nicol decidió hacer un experimento.

"¿Qué pasaría si mezclo un poco de tierra con agua y le pongo un poco de semillas de flores que encontré en el parque?" - pensó Nicol, emocionada.

Así que, tomó un pequeño puñado de semillas y las plantó en su propio jardín, sin contarle a nadie. Pero las semillas que encontró eran mágicas, y al día siguiente, su jardín estaba lleno de flores de colores brillantes que nunca había visto antes.

"¡Mirá lo que hice!" - exclamó Nicol, saltando de alegría.

Al ver las flores, su amiga Sofía, que había llegado a jugar, le preguntó:

"¿Cómo hiciste eso, Nicol?"

"No lo sé, pero son hermosas, ¿verdad?" - respondía Nicol, sin pensar en las consecuencias de sus travesuras.

Sin embargo, al final del día, una nube oscura apareció sobre su casa, y a medida que la lluvia comenzó a caer, las flores empezaron a transformarse. Saltaron del suelo y comenzaron a bailar en círculos, causando una gran confusión.

"¡Ay! ¿Qué está pasando?" - gritó Sofía, mientras intentaba sujetar una flor danzante que casi la derriba.

"No me di cuenta de que eran mágicas..." - dijo Nicol, un poco asustada.

Decidida a resolver el caos que ella misma había causado, Nicol se acercó a Don Manuel, quien estaba regando sus plantas.

"Don Manuel, ¡ayuda! Las flores que planté se volvieron locas y no puedo hacer que se queden quietas!"

Don Manuel, con una sonrisa comprensiva, respondió:

"Nicol, hiciste algo maravilloso, pero también tienes que aprender a cuidar y respetar lo que creas. La naturaleza tiene su propio lenguaje y ritmo. Vamos a trabajar juntas para calmarlas."

Así que, con Don Manuel a su lado, Nicol comenzó a usar su imaginación. Juntos inventaron una historia que las flores podían escuchar. Cada vez que Nicol le contaba una parte de la historia, las flores se iban calmando.

"Érase una vez una flor que quería volar..." - comenzó Nicol.

Las flores, al escuchar su relato, se detenían en su danza y comenzaron a escuchar con atención.

Luego de un rato, las flores ya estaban tranquilas. Nicol miró a Don Manuel con una gran sonrisa:

"Lo logramos, gracias!"

"Recuerda siempre que tus acciones tienen un efecto, tanto positivo como negativo. Conversar con la naturaleza es importante, Nicol."

A partir de ese día, Nicol no solo se divirtió con sus travesuras, sino que también aprendió a cuidar su jardín con amor y respeto. Empezó a hablarles a las plantas mientras las regaba, y con el tiempo, el jardín se convirtió en un lugar mágico, donde ella y sus amigos podían pasar horas jugando en ese mundo de colores y aromas.

Así fue como Nicol descubrió que la magia no solo estaba en las semillas, sino en cómo decidió cuidar de ellas y aprender de sus travesuras. Siempre había algo nuevo que aprender y crear, pero lo más importante era hacerlo con responsabilidad y amor.

FIN.

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