Las travesuras de Nivek
En un barrio de Buenos Aires, vivía un joven llamado Nivek. Era un adolescente brillante, lleno de curiosidad y ganas de aprender. Cada mañana, se despertaba temprano para prepararse para un día lleno de actividades. Asistía al colegio donde destacaba en todas las materias y, por las tardes, iba a la academia de música, donde soñaba con ser un gran músico algún día.
Sin embargo, Nivek tenía un pequeño problema: a veces su mente inquieta lo llevaba a hacer travesuras que dejaban a sus maestros con la cabeza entre las manos. Un día, mientras su profesor de matemáticas explicaba un complicado teorema, Nivek pensó que podía hacer que la clase fuera más divertida.
"¡Profe! ¿Y si sumamos los números con una canción?" - sugirió Nivek, levantando la mano emocionado.
El profesor, don Alberto, con una sonrisa que ocultaba algo de preocupación, le respondió:
"Nivek, eso suena interesante, pero estamos en medio de la explicación. Quizás la próxima vez."
Esto no desanimó a Nivek. Le dio una idea, y a la siguiente clase decidió ponerla en práctica. Mientras don Alberto explicaba, Nivek comenzó a lanzar papelitos que parecían notas musicales.
"¡Miren! ¡Es un concierto de matemáticas!" - exclamó, provocando risas entre sus compañeros.
Sin embargo, don Alberto no estaba tan feliz.
"Nivek, esto no es una clase de música. Necesitamos concentrarnos." - dijo con firmeza.
A pesar de las advertencias, Nivek continuó con sus ocurrencias, y por eso, al final de la clase, recibió un llamado de atención.
"Debes aprender a concentrarte, Nivek. Eres muy capaz, pero algunas veces pareces no querer aprovechar tu talento." - comentó don Alberto.
Nivek se sintió mal. A pesar de su buena intención, sabía que había cruzado la línea. Esa noche, cuando regresó a casa, decidió hablar con su hermana pequeña, Valentina, que siempre sabía cómo hacerlo sentir mejor.
"Valen, me siento como un tonto. Quise hacer una clase divertida, ¡pero solo hice enojar a don Alberto!" - se quejaba Nivek.
Valentina, que tenía solo cinco años pero una sabiduría sorprendente, le respondió:
"¿Por qué no les muestras tus talentos de otra manera, Nivek? Tal vez un recital o una obra de teatro. Así sí harías algo divertido y por fuera del aula."
Nivek pensó que era una idea genial. Al día siguiente, habló con sus compañeros de clase y, juntos, decidieron organizar un recital de música en el colegio, donde todos podrían participar.
"¡Vamos a hacer un espectáculo! Cada uno puede mostrar algo especial. Desde magia hasta canciones, todos podemos participar." - dijo Nivek, emocionado.
La idea entusiasmó a todos, incluso a don Alberto, que se sintió honrado de que Nivek quisiera hacer algo bueno. "Este es un gran plan, Nivek. Te apoyaré. Pero, ¿cómo puedes asegurarte de que todos trabajen en equipo?" - inquirió don Alberto.
"Podemos hacer grupos, y prepararemos algo creativo." - respondió Nivek, sintiéndose más seguro.
Durante las semanas siguientes, Nivek y sus compañeros trabajaron arduamente. En la clase de matemática, Nivek aprendió a mantener la concentración y a ayudar a sus amigos a resolver los problemas.
En la academia, en vez de solo practicar, creó melodías que reflejaban sus aprendizajes en el aula.
Finalmente llegó el gran día del recital. Los padres, maestros y amigos se acomodaron en el salón del colegio. Nivek nervioso, tomó micrófono y empezó:
"Gracias a todos por estar aquí. Hoy no solo ven un recital, ¡sino un ejemplo de trabajo en equipo!"
Las presentaciones fueron un éxito. Desde su amiga que hizo un truco de magia hasta su compañero que tocó la guitarra, todos brillaron en el escenario. Cada vez que Nivek veía las sonrisas de los presentes, su corazón se llenaba de orgullo.
Al finalizar el evento, don Alberto se le acercó, visiblemente emocionado.
"Nivek, hoy me has demostrado que puedes ser un gran líder y un buen compañero. Mis felicitaciones por este logro. Debes seguir haciendo cosas así, creativas y en equipo.”
Nivek sonrió, sintiéndose agradecido por el reconocimiento de su maestro. "Gracias, Profe. Ahora entiendo que hay formas de divertirse y aprender, al mismo tiempo."
Esa noche, en la cena familiar, Nivek les contó todo a su familia. Valentina sonrió orgullosa.
"¡Ya lo dije! ¡Es mejor ser creativo sin hacer travesuras!"
Nivek tomó el consejo de su hermana y lo guardó en su corazón. Aprendió que su inteligencia y creatividad podían ser un puente hacia grandes cosas, siempre que trabajara en equipo y respetara los espacios de los demás.
Desde ese día, Nivek nunca dejó de hacer travesuras, pero ahora las hacía en el contexto de la creatividad y la diversión, llevando siempre la alegría y el buen humor a su escuela y a su vida. Y así, se convirtió en un verdadero ejemplo para sus compañeros, mostrando que la inteligencia y la alegría podían ir de la mano.
FIN.